Escuchamos decir a las personas que no hay mujeres incursionando en tal o cuál actividad sin embargo aunque muchas contando con el conocimiento y las habilidades, personalmente se hacen a un lado porque consideran que otra persona podría desempeñarse mucho mejor
Mish Miranda/Columnista
Postergar, dejar inconcluso, cambiar de planes, no tener rumbo, creer que alguien lo haría mejor, dar ideas pero jamás concretar algo o buscar que cierto proyecto esté enteramente perfecto o perfectible, es la descripción absoluta de las y los que sufren síndrome del impostor.
Sucede cada que una oportunidad se acerca a esa persona, él o ella mayormente considerará que sus competencias no serán lo suficientes o no tendrán validez para ejercerlas.
Lo destacado en esta reflexión es que esto le suceda mayormente al género femenino.
Escuchamos decir a las personas que no hay mujeres incursionando en tal o cuál actividad sin embargo aunque muchas contando con el conocimiento y las habilidades, personalmente se hacen a un lado porque consideran que otra persona podría desempeñarse mucho mejor.
Lo anterior se da porque existe un techo previamente concebido en tratar de ser sincera y no invadir u ocupar un espacio “supuestamente”, no merecido.
A las mujeres desde niñas se les va haciendo creer que cuentan con habilidades inferiores o que no tendrán un mismo nivel de crecimiento que el de un hombre, un informe encargado por Access Commercial Finance en Reino Unido develó que los hombres tenían un 18 % menos de posibilidades de sufrir el citado síndrome. Dos tercios de las mujeres afirmaban haberlo experimentado.
Lo que sí tienen en común todos los afectados por este síndrome es un alto nivel de auto exigencia, de tendencia a la responsabilidad y ansiedad.
Ante un escenario como este, no queda más que compartir modos de hacernos más conscientes de lo que merecemos e ir por ello y trascender a través del valor de la solidaridad y la empatía.
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