El miércoles de la semana pasada el Senado de la República aprobó el dictamen que reforma la Ley Federal del Trabajo en esta materia
Hugo Lora
A lo largo de la historia las crisis han fungido como catalizadores de cambio en procesos que normalmente durarían muchos años. El COVID-19 es, ojalá, la crisis más desastrosa de nuestra generación. Vino a poner el freno de mano a un planeta entero en menos de 3 meses y cambió muchas dinámicas sociales que siempre eran tomadas como una certeza. Y aunque la mayoría de las consecuencias que surgieron con este virus son negativas, hay algunas positivas.
El término y la práctica del “home office” existía desde hace algunos años y nació a partir de la democratización de las tecnologías de la información, pero las empresas no confiaban en que los trabajadores fueran igual de eficientes en casa. El distanciamiento social no podía ser un obstáculo para que el aparato económico se frenara por completo, lo que obligó a las empresas a que sus empleados trabajaran desde casa. Y en este experimento masivos, las empresas no tuvieron de otra más que confiar ciegamente en que se mantuviera el ritmo de trabajo.
Pues el “home office” llegó para quedarse. El miércoles de la semana pasada el Senado de la República aprobó el dictamen que reforma la Ley Federal del Trabajo en esta materia. En esta se reconoce al teletrabajo como el desempeño de actividades remuneradas en lugares distintos al establecimiento del patrón, o sea, no se requiere que la persona tenga presencia en su lugar de trabajo. Esta obliga a las empresas a dar contratos, entregar insumos y equipo de trabajo, además de los mecanismos de contacto y hasta el pago de internet más la parte proporcional del pago de luz. También se debe de dar el mismo trato a los trabajadores presenciales que a los que laboran a distancia.
Este es, sin duda, un gran avance en el tema laboral de nuestro país, pues en ciudades como la capital del país, que el trasladarte de casa al centro de trabajo puede llevar horas, esta política mejora la calidad de vida de muchas personas que ahora podrán utilizar ese valioso tiempo para otras actividades. Un aplauso para el poder legislativo, ojalá no sea la última vez que podamos tener este gesto con la mayoría morenista.