Las proyecciones electorales perfilan que no habrá un claro ganador uniforme y contundente
Javier Esquivel
Duelos de discursos y narrativas, construcción de legado y blindaje mediático, propuestas y posicionamiento inteligente de los candidatas y candidatos; los elementos clave.
El escenario:
Las y los electores de Querétaro tendrán la difícil tarea de elegir más de 230 puestos de elección popular: la gubernatura, 18 presidencias municipales, 148 regidurías, 36 sindicaturas, diputaciones locales y federales el mismo domingo, en la misma urna acompañados de diversas emociones.
No hay evidencia sólida de que en Querétaro y en elecciones intermedias- donde no se escoge al presidente de la República- se vote en plancha, es decir que se elija o rechace al mismo partido para todos los cargos, y todo apunta que 2021 no será la excepción.
Las proyecciones electorales perfilan que no habrá un claro ganador uniforme y contundente; no existe evidencia demoscópica que pudiera haber un ganador de carro completo.
Los pronósticos y tendencias para la gubernatura hasta ahora reflejan amplias posibilidades de triunfo hacia un partido, sin embargo, falta todavía la campaña electoral, los debates, las propuestas y 100 días que ratificarán la intención de voto preexistente o darán un giro inesperado a la elección a favor de las mujeres.
El territorio por conquistar:
En cambio, para las diputaciones federales y las presidencias municipales no hay pronósticos que den certezas de triunfo o derrota, lo cual implica retos importantes de estrategia política y de comunicación electoral para los partidos, actores políticos y sus candidatas y candidatos.
Los curules de San Lázaro y las 18 alcaldías son factores de pesos y contrapesos a nivel nacional y local.
El escenario ideal para quién gane la gubernatura sería iniciar un sexenio con mayoría en sus diputaciones federales, locales y en los municipios, pero se antoja imposible. La elección también implica un reto en la construcción de legado y de rendición de cuentas políticas del gobernador y alcaldes salientes. La construcción del legado implica transitar de una comunicación de continuidad y sin sobresaltos a una comunicación de rendición de cuentas y blindajes mediáticos. Todo está en el perder o ganar la elección.
Duelo de discursos y narrativas:
Las coaliciones electorales de los partidos políticos- sobre todo la conformada por el PRI, PAN y PRD-, obligan a diseñar una comunicación que ayude, en primera instancia, a motivar y unificar el voto de sus simpatizantes y militantes para posteriormente ir a la conquista del voto de los electores. Tarea que se antoja compleja por la diferencias y antagonismos históricos en Querétaro.
La estrategia obliga a estos partidos a contar historias y argumentar narrativas creíbles que den soporte de qué gana la gente votando por ellos en este momento en bloque y subrayar qué pierde la ciudadanía si vota diferente.
La construcción de un discurso donde únicamente se pida sufragar contra Morena y sus aliados para mantener la gubernatura y tener mayoría en el Congreso sería una táctica poco contundente ya que la intención de voto para las diputaciones federales y alcaldías no le favorece a la coalición “Va por México” en ninguno de los escenarios.
De mantenerse la narrativa de Morena como partido de oposición al gobierno local y presidencias municipales donde no gobierna parece ser hoy en día más sólida y fácil de asimilar por parte del electorado. El combate a la corrupción, es una bandera más eficaz en cuanto a que ha sido coherente y sostenida con el tiempo.
Las campañas cuentan:
En la historia reciente de los procesos electorales en América Latina y sobre todo en el México, nada está escrito y rubricado con una o varias encuestas. La gente, el elector sin militancia, ha dejado de motivar su intención de voto con la comunicación los partidos políticos o con el spot personalizado de sus dirigentes, el cual cada vez es menos creíble y funcional a pesar de insistir en su uso.
El discurso, el posicionamiento mediático de la propuesta coherente con el pasado y futuro de las candidatas y candidatos, el uso de un lenguaje y mensajes menos rígidos y de polarización serán piezas clave para despertar las emociones que acompañaran al elector el seis de junio.
Las y los protagonistas de las campañas electorales serán responsables del tipo de emoción que provocarán su enojo, su esperanza o los motivos suficientes para castigarlos o premiarlos con su voto.