Texas tiene un sistema de electricidad cerrado y desconectado de la red nacional
Alejandro Gutiérrez
El colapso que la ola invernal provocó en Texas la semana pasada muestra que también al otro lado de la frontera existen demágogos y políticos irresponsables. El estado más rico en petróleo y gas natural se volvió incapaz de transformar esta materia prima en electricidad.
El primer efecto de la onda polar fue el corte de la energía eléctrica en casi todo el estado, lo que dejó un saldo de varios muertos y millones de hogares sin luz, sin calefacción y sin agua potable. Ante ello, el gobernador Greg Abbott acusó como causal a ¡la energía eólica! y dijo que el compromiso de eliminar combustibles fósiles será el fin de la civilización tal como la conocemos. El exgobernador del estado, Rick Perry, profundizó la acusación, al sugerir que usar más energías renovables conduciría al socialismo.
Desde 1999, el entonces gobernador George W. Bush inició la construcción de turbinas para energía eólica que en la actualidad proporciona un cuarto de la energía del estado, si bien en invierno la proporción baja al 10% del total. El gas aporta el doble de la eólica, pero las plantas generadoras fallaron al estar a la intemperie, a diferencia de otras (en el norte del país) que se encuentran en cubierto.
Texas tiene un sistema de electricidad cerrado y desconectado de la red nacional, por lo que al llegar la ola ártica las tuberías se congelaron al haber humedad, las bombas disminuyeron, los generadores se congelaron y, al no poder generar energía, cada central eléctrica se desconectó. Hasta un reactor de una planta resultó afectado por el frío.
Con ello, el precio de la electricidad se disparó. De 22 dólares el megavatio por hora, pasó a 9 mil 000; en tanto 4 millones de hogares quedaron sin el suministro.
La discusión de políticos en pro y en contra de las energías renovables continuará. Una buena noticia es el compromiso del presidente Biden de apostarse por ellas, con calendarios específicos. Enfrente tiene a políticos que también suspiran por energías fósiles y contaminantes, que no creen en el calentamiento global y que esgrimen fantasmas inexistentes para defender su postura.