El país es tan basto y rico que a pesar de que en casi todos los casos, nuestros presidentes han cometido grandes errores
Roberto Mendoza
México es un país muy generoso, no solo su gente, sino la tierra, el clima, sus mares, en fin, todo el país. El país es tan basto y rico que a pesar de que en casi todos los casos, nuestros presidentes han cometido grandes errores, pues todo pareciera indicar que un solo hombre no es capaz de entender a cabalidad las enormes necesidades y deseos de los mexicanos, en su generosidad el País ha rescatado cada seis años a nuestro pueblo de las mala decisiones de una persona. Llegamos a comprender que es mala idea que una sola persona decida todo, por lo que creamos una serie de mecanismos e instituciones para autoprotegernos.
Ejemplos de una gran variedad de malas decisiones se pueden leer en la historia; el viernes pasado el ex presidente Luis Echeverría fue a vacunarse contra la COVID como cualquier otra persona de más de 60 años. Muchas veces he leído comparaciones entre Obrador y Echeverrí a, los dos quisieron implementar un régimen populista, los dos se pelearon con la prensa, trataron de censurar a periodistas y eso hizo que se crearan nuevos medios, la política económica actual se pretende manejar, como lo hizo don Luis desde la oficina del presidente, ambos pensaron que no tenían rival en sus decisiones; Ricardo Garibay decía a propósito de Echeverría: “un hombre inapelable, que no escucha ninguna sugerencia…pues es un hombre que hace tropezar sus propios proyectos”.
Otros lo comparan con José López Portillo, principalmente porque la política del país, al igual que esos años se basa en el petróleo, se trata de controlar el dólar y la inflación, AMLO está construyendo grandes obras como JOLOPO y así dejar su huella en la historia.
Cada tiempo y cada presidente ha tenido su reto particular. En este sexenio hay, porque aún está en curso, un reto de carácter mundial, se llama COVID-19 y marcará a los gobernantes de este inicio de siglo. Las comparaciones no son malas, como asegura el presidente, sirven en la ciencia para poder saber qué se hizo bien o qué se hace mal y sobre todo corregir. Todo indica que Jacinda Ardern, Primera Ministra de Nueva Zelanda, lo ha hecho muy bien; según el instituto Lowry su país es el que mejor ha gestionado la pandemia mientras que México es el penúltimo de su lista, solo Brasil lo ha hecho peor que México.
López Obrador minimizó la pandemia, lo sigue haciendo, porque la lucha contra este mal no dejará una gran obra para la posteridad, no, no se le puede comprar con una refinería, con un tren o con un aeropuerto. Pero si será parte de la historia y de la memoria colectiva, será parte de los recuerdos de más de 200 mil familias mexicanas que perdieron a un familiar por las malas decisiones de nuestro gobernante. Será también un recordatorio de que debido a esta causa millones perdieron su empleo o se les disminuyó el salario. Este gran reto igualó a todos los presidentes y hoy los tiene en su justa medida, ahí está el caso de Trump, la pandemia fue uno de los grandes motivos por los que perdió la presidencia. Pero nuestro presidente no lo quiere ver, escuchar o aceptar.
Hay una tenue luz en el camino, por supuesto, la vacunación que en algún momento nos tocará; quizá este año, quizá el próximo, pero la luz la emite la enorme generosidad de esta tierra y cada uno de nosotros. Volverá un nuevo reinicio en tres años y empezaremos otro sexenio con la esperanza puesta en otro líder, confiaremos entonces que él sí comprenda los retos del país y de la historia, uno que quizá sin enloquecer, sin llenarse de soberbia, nos guie en este siglo por un mejor camino, porque el actual gobernante ya no superó la prueba que le tenía asignada el destino.