En muchos casos, la creatividad en las campañas políticas se ha limitado a ejecuciones que más bien denigran a los candidatos
Mario Maraboto
Se dice que detrás de cada buena campaña de relaciones públicas o publicidad está una ‘gran idea’, es decir, el concepto creativo que hace recordable un mensaje.
Ese pensamiento creativo que genera las ‘grandes ideas’ es importante en el diseño de campañas, porque los mensajes que emanen deberán tener el potencial de impactar e influir en las opiniones y actitudes de las audiencias a las que van dirigidas. Por lo tanto, deben ser originales y suficientemente interesantes para lograr el efecto esperado. Una gran idea rompe estándares y trasciende.
En comunicación política, con miras a las próximas elecciones, la evolución de los medios de comunicación y el mayor empleo de las redes sociales ha llevado a saturar cada vez más y diariamente no solo a los posibles votantes, sino a toda la sociedad, de campañas que en realidad carecen de mensajes reales que motiven a los receptores a tomar alguna opción.
En muchos casos, la creatividad en las campañas políticas se ha limitado a ejecuciones que más bien denigran a los candidatos y a la política, y poco informan o motivan a quienes deberán de votar. Desde quien llega a un mitin dentro de un ataúd, pasando por los que se disfrazan y actúan como superhéroes de historieta, hasta los que hacen circo, maroma y teatro en las redes sociales para llamar la atención o los que recurren a un pasado de ficción, todos dejan a un lado su dignidad personal y profesional y lo más seguro es que muy pocos ciudadanos se acuerden de su nombre o qué partido los postula.
¡Qué triste que se tenga en la mente a un fulano que se disfrazó de Mario Bros, al gordito que viajaba en un ataúd o al otro que se disfrazó de Superman, pero no recuerde sus nombres (Armando Guadiana, Carlos Mayorga y Alberto Cortés) como ha sucedido en muchos casos en el país! Tan triste como el caso de una candidata en el estado de Guerrero registrada bajo el apodo de ‘la Torita’, con una doble implicación que la denigra: Restarle valor a su persona para ser identificada como la hija de su padre, y dejar implícito que su diminutivo obedece a su poca presencia y que, en todo caso, será manipulada en todo momento.
Al parecer a los estrategas y/o coordinadores de campaña no les preocupa el hecho de que un candidato no se crea de la noche a la mañana y que para ser competitivo debe saber expresarse acorde a las circunstancias, además de tener y mostrar una imagen de solidez, conocimiento y capacidad para enfrentar de forma efectiva los problemas que afectan a sus posibles representados. No se deja nada al azar y se está preparado para, en su caso, gestionar control de daños y ajustar la estrategia planteada en función a los sucesos que acompañan el proceso de creación hasta la última instancia.
Al parecer, en muchas de las actuales campañas en el país les ha faltado un proceso creativo generador de grandes ideas y se ha limitado a ocurrencias a través de las redes sociales. Parece que lo que importa es el ridículo y las críticas que genera, no las propuestas.