Más allá del enojo, al presidente pareciera que se le ha escapado su poder o lo que se podría llamar “El efecto Obrador”
Roberto Mendoza
A menos de 20 días para salir a votar, se está presentando el escenario más remoto para estas elecciones, el partido Morena puede perder mucho de lo que ya ha avanzado, incluso el presidente ha visto bajar dramáticamente su popularidad y su confianza está siendo minada por un enojo en contra de quien resulte responsable a sus ojos.
Más allá del enojo, al presidente pareciera que se le ha escapado su poder o lo que se podría llamar “El efecto Obrador”. Su aparato de comunicación, que en otro momento parecía que funcionaba, ahora se revela como ineficiente, basa su información en noticias de oídas y en ocurrencias, cada mañana, como lo ha demostrado la empresa Spin, el presidente dice alguna mentira o da un dato equivocado, uno de los más recientes es que él es el presidente con mejor fama pública del mundo. Otra es la imposición de la celebración de los 700 años de la fundación México Tenochtitlan, otra el avión presidencial, el costo del aeropuerto y un largo etcétera, ejemplos hay muchos, pero no porque así lo promocione el presidente las cosas son como él dice, aunque celebre o en la mayoría de los casos condene.
En la mañanera se hacen muchas acusaciones, sobre todo contra periodistas y empresarios, la crítica y el enojo contra ellos sin que se tengan consecuencias va haciendo que se erosione la imagen del presidente, por supuesto al principio los periodistas tuvieron miedo, al menos precaución, pero hoy día no hay consecuencias a los dichos del presidente, entonces a los ojos de muchos, el enojo del presidente es una bravata, un berrinche. Celebro que no se fabriquen delitos y que no se orille a estos personajes a autoexiliarse o que se dañe su honor, pero la estrategia que usa el presidente no hace más que desgastarlo todos los días, estos desplantes provocan que diario su credibilidad se vea mermada y cada día se mete en el peor de los escenarios, porque si ahora quisiera ser vengativo, el humor social se vería seriamente afectado.
Tampoco su brazo judicial ha hecho mayor cosa, lo celebro también, pero al mismo tiempo creo que hace que los verdaderos delincuentes pierdan el miedo, la mala integración de los casos ha hecho que el proceso contra Lozoya no diera los frutos que se esperaban, el juicio sumario en contra de expresidentes, que se transformó en una pregunta light, será hasta el próximo año y la única persona encarcelada es Rosario Robles que todos sabemos está ahí por una venganza política.
El brazo fiscal del gobierno si estaba funcionando, o al menos eso parecía, fue eficiente en cobrar adeudos anteriores que de alguna manera, se tenían que pagar, pero la pandemia demostró que la austeridad terminó por hacer fracasar muchos esfuerzos, hay muchas personas que quieren trabajar y pagar impuestos, pero no pueden, incluso muchos recurren, para trabajar legalmente, a la corrupción.
Todas estas situaciones merman el poder y la credibilidad del presidente que se aumenta con su falta de empatía y soberbia. El presidente es un hombre que, se está demostrando, no sabe ejercer el poder, que siempre está amenazando pero que no sabe tomar acciones y decisiones, manda crear leyes sin sustento que luego no se pueden cumplir; sus obsesiones lo tienen preso en un discurso repetitivo, viejo, mentiroso y de ficción. El presidente se está cansando y nos está cansando. Sin duda el país necesita un cambio, pero lo que más necesita es que el presidente, se de cuenta que se está equivocando, que aún hay tiempo para corregir muchos errores y que nadie se arrepiente de ser valiente.