La soberbia de Mario Delgado es un reflejo de lo que ha pasado con el partido mayoritario en México
Daniel Lizárraga
“Los resultados no nos favorecen en Benito Juárez y en Cuajimalpa”, dijo el líder de Morena, Mario Delgado, durante una entrevista con Milenio entre las 8 y 9 de la noche del domingo. No mucho tiempo después, supimos que la 4T sufrió una derrota contundente en la Ciudad de México, en lo que ha sido considerado su bastión. “De Nuevo León y Querétaro todavía no tengo información”, agregó tranquilo, sin inmutarse. Ignoro a quiénes pretendía engañar, porque desde hace semanas se sabía que el PAN arrasaría en tierras queretanas y que las encuestas daban la victoria a Movimiento Ciudadano en Nuevo León. Podemos estar de acuerdo o en contra con los futuros gobernadores Mauricio Kuri y Samuel García –respectivamente–, pero eso no autoriza a Mario Delgado a engañar, a manipular la realidad.
La soberbia de Mario Delgado es un reflejo de lo que ha pasado con el partido mayoritario en México. El arrastre del presidente López Obrador, para las candidatas y los candidatos a las alcaldías de Cuauhtémoc, Tlalpan, Azcapotzalco, Magdalena Contreras, Álvaro Obregón, Coyoacán y Benito Juárez fue insuficiente –esta vez– para coronarlos. No, esta vez había que trabajar en las calles, metiéndose a los barrios. ¿Realmente lo hicieron?, es pregunta. Mal si pensaron, o llegaron creer que la 4T gana por sí sola, que con los colores de la camiseta asustarían a su rival.
Abrir los espacios dentro de Morena para debatir y, sobre todo, admitir los errores para enderezar el camino no les vendría mal si no quieren perder, por lo menos, la Ciudad de México en las próximas elecciones. Sin embargo, el problema no solo queda en los yerros cometidos por la dirigencia nacional de Mario Delgado. El propio López Obrador, secundado por la jefa de Gobierno Claudia Sheinbaum, tiene una sola explicación sobre la derrota: una campaña sucia.
“En los últimos meses hubo una campaña de desprestigio del movimiento, muy fuerte, que tuvo impacto en sectores de la población. Lo que nos corresponde a nosotros es seguir insistiendo, concientizado, seguir construyendo ciudad junto con todos los habitantes”, dijo ella.
La andanada de articulistas y columnistas –periodismo de opinión– que ven a López Obrador como su enemigo, entre otros calificativos, por haberles cortado las dádivas con recursos públicos no puede minimizarse. Un día sí y el otro también los golpean, pero su derrota no puede explicarse únicamente por esa ruta. Esa teoría no encajaría en los estados donde sí ganaron, en los cuales le arrancaron el poder al PAN o al PRI a pesar de que esos gobiernos controlan a la gran mayoría de la prensa a través de la publicidad.
Morena tiene que abrir los espacios a la reflexión. Culpar sus derrotas a únicamente los medios de comunicación y a los conservadores los llevaría a seguir en la misma ruta de hoy, sin una depuración de su estructura y de sus mecanismos para elegir candidatos o candidatas.
Por ejemplo: Sandra Cuevas, la nueva alcaldesa de Cuauhtémoc por la alianza PAN, PRD y PRI –el corazón del poder político en la Ciudad de México– es una de las políticas allegadas al primer círculo de Ricardo Monreal, el senador de Morena. El 22 de diciembre de 2020, ella dijo: “Me siento muy orgullosa de formar parte del equipo del doctor Ricardo Monreal, quien además de ser un gran jefe, su calidad humana es inconmensurable”.
El pasado martes, Dolores Padierna, la candidata derrotada en Cuauhtémoc, aseguró que en su alcaldía operó la delincuencia organizada amenazando a la gente y comprando votos. Esto es muy grave de ser cierto y ojalá pueda comprobarlo. Respecto a Morena, dijo que “tenía unas observaciones”, pero no informó cuáles.
Eso es parte del problema: que no asuman públicamente en qué se equivocaron. Van a necesitar mucho para recuperar las clases medias que han perdido. La lección que les han dado en la Ciudad de México deberán aquilatarla ahora mismo que tendrán la mayoría en la Cámara de Diputados y, sobre todo, el poder en los estados con costas al Pacífico –a niveles estatales o municipales– desde Baja California Sur hasta Chiapas.