Los Blanchet

Reza el dicho que, cuando hay para carne, es vigilia, aunque eso de la carne no va con nosotros por ser vegetarianos desde hace más de 30 años. Esto viene a colación porque hace unos días circuló la noticia de que en Querétaro pasamos, cual saeta, al tan anhelado Escenario A. La noticia nos dejó mudos y la emoción nos invadió tanto que se nos rodó la lágrima de Remi. Era tal la felicidad que solo atinábamos a señalar la salida de la casa y repetíamos descontrolados: ¡puerta, puerta, puerta!… Para que nos comprendan, nos sentimos más libres que Lozoya. Pero como a él, la felicidad no nos duró mucho, ya que no pasaron ni dos minutos cuando comenzamos a preguntarnos: ¿y ahora qué?, ¿a dónde vamos?, ¿salir?, ¿qué es eso?, ¡pero no nos hemos bañado! (y creo que en días), hasta que llegamos al ¿qué nos está pasando, Laureano?

Simple. Después de este encierro –casi tan largo como la prisión preventiva de Rosario Robles–, a causa de la pandemia, de la que solo hemos aprendido a vivir como los Supersónicos, a usar cubrebocas, a cubrirnos de gel y a vivir apanicados, enojados y pobres (porque en este país ya habemus más), nos hemos convertido en personas desconocidas hasta para nosotros mismos, decepcionando a los que hubieran querido que aprendiéramos el yoga, a decir “namasté”, a perdonarnos como manda el Ho’oponopono y a meditar para alinear nuestros chakras, aunque lo intentamos. Cuando se habla de sobrevivir, el instinto animal y el de conservación salen a flote y algunos somos más animales que otros.

No conformes con dicha complejidad, el cuadrito se nos completó al contraer el síndrome de la cabaña. Este mal nos fue diagnosticado inmediatamente después del cuadro de ansiedad que presentamos al enterarnos de que podíamos salir y ser humanos nuevamente. Así que llamamos a nuestro psicólogo de Zoom para preguntarle: ¿qué pasa con nosotros?, ¿por qué nos da miedo salir?

El galeno nos explicó que estos sentimientos suelen presentarse en personas que han permanecido durante mucho tiempo en situaciones de aislamiento, que están estrechamente relacionados con el espectro ansioso y que desarrollamos a causa del pandémico arraigo domiciliario, pero que teníamos que ser felices y superarlo (pensamiento mágico), porque ya podíamos salir a disfrutar de los centros comerciales, restaurantes, plazas públicas, teatros, cines, la BBC (bodas, bautizos y comuniones), estéticas, barberías, hoteles y moteles, pero con cubrebocas y respetando la sana distancia. Terminamos el Zoom fingiendo estar convencidos y nuestra primera pregunta después de la mar de optimismo que derramó el galeno sobre nosotros fue: y en un motel, ¿cómo se mantiene la sana distancia? ¡Da!

Pero había que hacer el esfuerzo, así que nos dirigimos a tomar un buen baño, nos liberamos de nuestras pijamas de indigentes (atuendo del diario), y todo iba bajo plan para salir al mundo y recorrer Querétaro. Pero al terminar el ritual del arreglo, nos sentimos como ‘pollitos en fuga’, porque al abordar el automotor no sabíamos a dónde ir. Fue entonces cuando valientemente retomamos las riendas de nuestra vida, pusimos nuestra mejor cara, y con el acostumbrado grito de guerra: “¡Por el poder de Grayskull!”, nos dirigimos al centro de la ciudad. El trayecto fue como ‘The Day After’; íbamos temerosos reconociendo el terreno sin saber con qué nos toparíamos, nos veíamos unos a otros como ‘The Walking Dead’ y verdaderamente nos sentíamos como Sheldon Cooper; fue difícil el contacto físico y ni qué decir de la paciencia. Eso de hablar con humanos fue como cuando E.T. trataba de explicar que quería “phone home”.

Una de las cosas que más nos sorprendió al caminar por el centro fue darnos cuenta de que la inconsciencia es parte de la canasta básica del ‘homo sapiens’. Nos dejaron salir y lo hicimos como manada de ñus, a ensuciar las calles y no solo con la basura normal, ahora hasta tirando los cubrebocas por donde sea, y no poca gente en la vía pública sin usar el mencionado cubrebocas al salir de restaurantes y bares. Si no fuera por el eficaz servicio de limpieza de nuestros municipios queretanos, quién sabe en qué estaríamos nadando. Aún inadaptados a la nueva realidad, corrimos de regreso a la seguridad de casa a seguir frente a los ordenadores, la TV y nuestras compras por internet.

¿Que si estamos dispuestos a salir nuevamente? Como dijo la última trabajadora doméstica que laboró para mí: “Ora ya no quiero”.

Leyendo, que es gerundio

El jueves pasado, Gerardo Quirarte presentó en el Club de Industriales su libro ‘36 hábitos para vivir más seguro’ que trata, de manera clara y comprensible para todo lector, el tema de la protección civil, los elementos que deben formar parte de un programa o plan de protección civil de toda Administración pública, institución, empresa e incluso el hogar, así como las causas y situaciones que originan los desastres y siniestros en los que, aun en aquellos desencadenados por procesos naturales, la intervención u omisión humanas suelen estar presentes.

Quirarte, un apasionado del tema de la protección civil, se desempeñó efectiva y eficientemente, durante nueve años, como director general de la Unidad Estatal de Protección Civil del Estado, colaborando con otros estados en el fortalecimiento de las políticas y métodos de la materia en cuestión y logrando ubicar a Querétaro como el primer estado en incluir en su Constitución política la protección civil como un derecho humano.

Los recursos provenientes de la venta de este libro serán donados a la casa-hogar La Alegría de los Niños IAP (en donde está a la venta) y otras instituciones de beneficencia.

Hablando de otras joyas literarias de autores locales, para no perder el provechoso hábito de ‘ler’ –como diría un vapuleado exsecretario de Educación Pública–, en días recientes se publicó también el libro de Andrés Morales Méndez, ‘El gran encierro’, colección de cuentos cortos de diversos géneros literarios, que van desde la comedia hasta el drama y el terror, con un sabroso estilo narrativo que refleja atemporalidad y universalidad; en ellos, el protagonismo de las emociones y sentimientos, así como los desenlaces menos esperados, son el común denominador. Una descripción sin tapujos de la naturaleza humana en su jugo, en medio de sus extremos de miseria y grandeza.

El material de este libro fue escrito durante los meses de confinamiento por la pandemia de la COVID-19 –de ahí, su título– y está disponible en Amazon en formato impreso y digital.

Sin más por ahora, le invitamos a chutarse nuestro programa de TV La KJeta, todos los jueves a las 21:00 horas por RTQ Canal 10, con repetición los domingos a la misma hora. Nos leemos aquí… para echarnos otro caldito.