La elección del Estado de México es el claro ejemplo de que no hay mal que dure 100 años, ni un pueblo que lo aguante. Las y los mexiquenses salieron el domingo pasado a votar desde la consciencia histórica de que el cambio se encontraba en sus manos, de manera colectiva tomaron la decisión no solamente de sacudirse al PRI de sus espaldas, sino de darle una estocada mortal al presente y futuro del partido tricolor que los gobernó durante más de 90 años. El fin del PRI en el Estado de México, representa la parte final de la agonía política que desde 2017 empezaron a padecer, su coalición de poco les sirvió y ahora solo se consuelan con la victoria obtenida en Coahuila, mismo que de poco o nada les sirve ante el panorama que se avecina en 2024.
Es de suma importancia aprender de los errores de los que hoy se encuentran moralmente derrotados, el movimiento Obradorista no tiene posibilidad alguna de repetir alguno de los vicios de las administraciones y es indispensable que conserve su espíritu social ante una nueva etapa en una de las entidades de mayor importancia política y electoral de México. Por otro lado, el “Prian” ya no tiene posibilidad alguna, saben que el fracaso es su futuro, su alianza rumbo a 2024 es solo una simulación para gastarse el recurso que obtienen del erario público y prácticamente se revuelcan en sus cenizas. El PRI perdió lo poco que le quedaba, el Pan se consuela con que la candidata no era de sus filas y el PRD está más cerca del registro que de la dignidad, son una vergüenza.
Al parecer el domingo ganaron dos mujeres, Delfina y la que con seguridad será la primer presidenta de la historia de México.