A lo largo de los meses, la precandidata oficialista a la presidencia ha emitido diversos ‘spots’ cuyos mensajes y textos son realizados únicamente por ella sin permitir que nadie más los escriba, según sus propias declaraciones.
En uno expresa que “México está renaciendo con prosperidad compartida… donde la seguridad se procura con justicia. No queremos reconciliarnos con la corrupción y los privilegios. Regresar al pasado no es opción…”. ¿Realmente México está renaciendo cuando la percepción generalizada es que más bien se está hundiendo? Procurar no es garantizarla, sino “hacer diligencias o esfuerzos para que suceda lo que se expresa” (RAE), y, de ganar, es probable que la inseguridad siga igual o se incremente. No reconciliarse con la corrupción y los privilegios implicaría para ella romper con el fracaso de este régimen del que ella forma parte, en el que ambos rubros se incrementaron y le han dado identidad a su movimiento.
En otro mensaje, dice: “Nunca traicionaré a nuestro movimiento… ni al pueblo”, es decir, le importa más el instituto político que lo que debería ser su primer interés y significa no romper con la identidad característica de Morena.
En un ‘spot’ más retoma conceptos que dejan ver que su discurso es el mismo de su antiguo jefe y real coordinador de su campaña. Expresa que su sueño es que “cada familia viva con bienestar y felicidad”, que la transformación avanza “en una vida mejor para los adultos mayores, en cada estudiante que recibe su beca”, y que es “la que nos une con caminos, ferrocarriles y vuela alto”; es decir: de ganar, continuará repartiendo dinero sin promover el desarrollo humano y social, y seguramente se le ocurrirán nuevas “inversiones” (tirar dinero) en carreteras para el crimen organizado, construir más ferrocarriles sin planeación, y subsidiar su aerolínea mientras le alcance el dinero.
En otro mensaje dice que “mi sueño es que todos los niños y niñas que van a escuela pública tengan una beca”, omitiendo (o quizás ignorando) que, conforme el artículo 3º. de la Constitución, “toda persona tiene derecho a la educación” y que “corresponde al Estado la rectoría de la educación, la impartida por este, además de obligatoria, será universal, inclusiva, pública, gratuita y laica”.
Tanto es sus ‘spots’ como en sus discursos de “precampaña”, esta candidata reafirma que “continuará la transformación”, lo que no deja duda de que, de ganar, terminará de mandar al diablo las instituciones democráticas y, al igual que el actual presidente, seguirá violando la Constitución a conveniencia. Sus mensajes son consistentes y los basa en el eje rector “honestidad, resultados y amor al pueblo” y su precampaña se basa tanto en los supuestos logros del actual presidente (su única fortaleza) y en los suyos como jefa de Gobierno de la Ciudad de México.
Del otro lado, la candidata de oposición ha basado sus mensajes en su pasado y en el contacto con gente del pueblo. Sin embargo, parece que ello ya cansa, además de que no tiene un claro eje rector de comunicación (va de “no es por mí, sino por ti”, a “quien dará la cara” u otras ocurrencias). Para ganar, necesita recuperar a la exitosa, sencilla y ocurrente candidata de hace unos meses, mostrarse como la senadora que hizo vibrar la tribuna legislativa y deshacerse de los políticos perdedores que la rodean.
Sus mensajes también deberán ser más agresivos y contrastantes, y basarse en sus éxitos profesionales y como funcionaria pública; expresar cosas como “a mí no se me cayó una escuela por dar un permiso ilegal de construcción; yo tiré pisos de edificios, levantados ilegalmente”; o “yo denuncié la tala de 20 mil árboles para construir el Tren Maya en tanto la doctora en Ingeniería Ambiental no supo ni plantar un árbol en Paseo de la Reforma”.
Si queremos ver una elección muy cerrada, la candidata de oposición debe acelerar el paso y los ciudadanos deben razonar muy bien el voto.