Mario Maraboto
El resultado de la pasada elección presidencial ha causado asombro por la avasalladora mayoría en favor de la candidata oficial.
Poco más de 16 millones de votantes pensábamos que el descontento en temas como seguridad, corrupción, economía, salud y todo lo que ha llevado a la situación actual del país, y la perspectiva de que podría empeorar, llevaría a un cambio radical. Pero, desconcertantemente, la mayoría decidió arriesgarse a continuar con el actual modelo de gobierno.
El fracaso de la oposición ha llevado a un proceso de duelo, es decir, un estado de ánimo ocasionado por una pérdida, en este caso, la pérdida de una esperanza en terminar con un sistema de gobierno. Suponíamos que el cambio era el deseo de una gran mayoría de ciudadanos, alimentado por las masivas manifestaciones de apoyo a la candidata de oposición y a la defensa del INE.
Acorde con la creadora de la tanatología (del griego “Thanatos = muerte), Elizabeth Kübler-Ross, la primera etapa del duelo es la negación, es decir, una conmoción inicial ante una noticia impactante como fue la derrota de la candidata opositora por un margen tan amplio. Millones de ciudadanos no dieron crédito a la situación y empezaron a emitirse frases típicas de la negación como: “es un fraude”, “no es cierto”, “están manipulando los datos”, “hicieron trampa”, “cambiaron las actas”, etc. En apoyo a esas expresiones, empezaron a surgir teorías y especulaciones (quizás algunas ciertas pero no probadas ante la autoridad) como el posible hackeo al INE (alimentada por la demora en dar a conocer los primeros resultados), así como audios y videos elaborados con inteligencia artificial descalificando al INE.
Junto con la negación, surgió la segunda etapa del duelo identificada como ira, enojo. En este caso la ira se proyectó hacia: el INE, como responsable del proceso electoral por su tibieza ante irregularidades de la campaña oficial; los presidentes de los partidos políticos de la alianza por ver por sus propios intereses y no por su candidata; y hacia el presidente de la República por su descarada violación, en este caso, a la Ley Federal Electoral. Se trata de un desahogo.
Conforme avance el tiempo hacia la toma de posesión, seguramente se entrará a la etapa de depresión ante la incapacidad emocional de enfrentar una situación de la que no somos responsables, reflejada en impotencia, tristeza, o desesperación. De hecho, hay quienes, a través de las redes sociales, desde el mismo lunes posterior a la elección empezaron a manifestar depresión por su impotencia ante la pérdida de la esperanza.
Seguramente, tarde o temprano muchos podrán entrar a la etapa de la aceptación, una vez que se entienda que la pérdida es irreversible. Ello no significa que agrade lo sucedido, sino que se dimensiona la magnitud de la pérdida y se voltea a ver las puertas que se pueden abrir en vez de seguir viendo las que se cerraron.
Aceptar no es lo mismo que resignarse con los brazos cruzados. Implica tener los brazos abiertos, analizar opciones para seguir adelante; es una postura activa ante lo sucedido y lo que está por venir. Queda por delante, una vez llegado a la aceptación, mantener unión social respecto a ideales, presionar el cumplimiento de las ofertas de campaña de la virtual presidenta, y manifestar desacuerdo sobre modificaciones constitucionales que se pretendan, con la perspectiva de llegar al tercer año de gobierno en que se podrá ejercer el derecho de revocación de mandato.