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Se esperan 300 mil nacimientos menos que el promedio anual

Estiman que en Estados Unidos habrá una disminución de partos, debido a que las mujeres en ese país evitaron el embarazo por la pandemia Melissa S. Kearney y Phillip B. Levine / NYT La pandemia de COVID-19 ha sumido al país en una recesión económica y una reestructuración sin precedentes de nuestra vida laboral y … Leer más

Estiman que en Estados Unidos habrá una disminución de partos, debido a que las mujeres en ese país evitaron el embarazo por la pandemia

Melissa S. Kearney y Phillip B. Levine / NYT

La pandemia de COVID-19 ha sumido al país en una recesión económica y una reestructuración sin precedentes de nuestra vida laboral y social. Al principio, algunos compararon la crisis de salud pública con una tormenta de nieve e imaginaron que las personas se quedarían en casa, se pondrían cariñosas con sus parejas y harían bebés.

Estas visiones lúdicas han dado paso a una realidad más aleccionadora: la grave alteración de la vida de la gente por la pandemia puede provocar que se “pierdan nacimientos”.

La investigación que realizamos el año pasado demostró que la pandemia de la COVID-19 conduciría a una disminución en los nacimientos de Estados Unidos de alrededor del ocho por ciento, en comparación con el número de nacimientos previstos sin pandemia, lo que supondría 300 mil nacimientos menos de los esperados este año.

Esta predicción se basó en gran medida en el hecho de que la decisión de la gente sobre tener o no un bebé y cuándo hacerlo se ve afectada por factores económicos.

 

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Existe un ciclo bien documentado en la tasa de natalidad del país: cuando el mercado laboral es débil, las tasas de natalidad acumuladas disminuyen; cuando el mercado laboral mejora, sucede lo mismo con las tasas de natalidad. A nivel individual, también hay una relación bien documentada entre los cambios en los ingresos y los nacimientos: cuando los ingresos aumentan, las personas suelen aumentar la familia; cuando experimentan una pérdida de empleo o de ingresos, tienen menos hijos.

Este efecto fue evidente tras la Gran Recesión. Los estados que experimentaron mayores incrementos en el desempleo registraron mayores descensos en las tasas de natalidad; un incremento de un punto porcentual en la tasa de desempleo se asoció con un posterior descenso del uno por ciento en los nacimientos.

Los cálculos sugieren que, en Estados Unidos, el desempleo habrá aumentado alrededor de 5.5 puntos porcentuales el año siguiente al inicio de la pandemia. Por lo tanto, solo por el efecto del desempleo, podríamos esperar una reducción del 5.5 por ciento en los nacimientos a causa de la pandemia de la COVID-19.

Por supuesto, esta pandemia está ocasionando más que “solo” una recesión. Es probable que el elemento de salud pública también lleve a algunas parejas a posponer o evitar la paternidad. En este sentido, los antecedentes demográficos de la pandemia de gripe española de 1918-19 resultan ilustrativos. Esa pandemia no estuvo asociada con una recesión importante en Estados Unidos, y las opciones de anticoncepción eran mucho más limitadas en aquel entonces. Sin embargo, cada pico de muertes relacionadas con la pandemia se asoció con una gran caída en los nacimientos justo nueve meses después.

De igual modo, es probable que el cierre de escuelas, los límites a las reuniones públicas y los mandatos de distanciamiento social tengan un efecto. Millones de padres se enfrentan al estrés de compaginar sus responsabilidades laborales con la necesidad de supervisar y educar a sus hijos, que ya no van a la escuela cinco días a la semana. Esto eleva el “costo” de la crianza de los hijos y es de esperar que este año se conciban menos hermanos debido a eso.

 

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Los datos más recientes confirman la probabilidad de un considerable “colapso en la natalidad”. Las encuestas realizadas este verano revelan que, de manera intencional, las parejas pusieron en pausa sus planes de embarazarse y copulan con menor frecuencia.

Las búsquedas de Google de términos relacionados con el embarazo, como las pruebas de embarazo, disminuyeron. Las concepciones evitadas a partir de la llegada de la pandemia en marzo de 2020 aparecerían como nacimientos perdidos a partir de diciembre de 2020.

Los datos oficiales de nacimientos del Centro Nacional de Estadísticas de Salud de Estados Unidos no estarán disponibles sino hasta dentro de muchos meses, pero algunos estados ya han publicado datos provisionales en este rubro.

En enero de 2021, que sería el primer mes en el que todos los bebés nacidos a término fueron concebidos después del inicio del confinamiento, los nacimientos disminuyeron un 7.2 por ciento en Florida y un 10.5 por ciento en California, después de ajustar las tendencias seculares, la variación estacional y el uso de datos provisionales de nacimientos.

Parte de este descenso podría ser temporal. Las parejas que pospusieron tener un bebé en 2020 pueden volver a intentarlo en un año futuro y algunos de los nacimientos “perdidos” debido a la COVID-19 podrían producirse después.

Sin embargo, es probable que muchos no ocurran nunca. Cuanto más larga y persistente sea la crisis, y cuanto más profundas y sostenidas sean las pérdidas de ingresos derivadas de ella, más probable será que muchos de los nacimientos perdidos por la COVID-19 ya no se recuperen.

Esto tendrá graves consecuencias para los individuos, las familias y la sociedad. Algunas mujeres y parejas tendrán menos hijos de los que esperaban, y algunos niños crecerán sin el hermano menor que en otras circunstancias habrían tenido. Esto podría contribuir a lo que algunos han denominado la epidemia de soledad de Estados Unidos.

Además, los niños pertenecientes a esta cohorte menor de bebés de la COVID-19 podrían resultar beneficiados: a medida que crezcan y vayan a la escuela, podrán disfrutar de grupos más pequeños en las escuelas y quizás de una menor competencia por las plazas universitarias y los puestos de trabajo.

No obstante, el verdadero reto social de una crisis de bebés ocasionada por la COVID-19 será una fuerza de trabajo más pequeña, lo que presagia una menor productividad económica y que menos trabajadores contribuyan a la base tributaria. Esto significa una menor proporción de trabajadores en comparación con los jubilados, lo cual estresa a la Seguridad Social, ya que los trabajadores actuales financian las prestaciones que se les pagan a los actuales beneficiarios.

La disminución en los nacimientos durante solo un año no sería un problema muy importante por sí mismo, pero este probable colapso en el número de bebés llegará después de muchos años de disminución de las tasas de natalidad. Los nacimientos anuales de Estados Unidos disminuyeron a 3.75 millones en 2019 de 4.3 millones en 2007. Aunado a la disminución de la natalidad a causa de la COVID-19, estas tendencias sugieren que Estados Unidos podría ver una reducción de varios años en los nacimientos semejante —a la inversa— a la oleada de nacimientos que dio lugar a la generación del “baby boom” posterior a la Segunda Guerra Mundial.

Para aumentar las tasas de natalidad, muchas naciones han experimentado con políticas que de manera explícita promueven la natalidad y que suelen darse en forma de subsidios o créditos fiscales por hijos, como las propuestas recientes que presentaron el presidente Biden y el senador Mitt Romney.

Políticas como estas tal vez tengan otros beneficios, pero sus efectos en la fertilidad son pequeños.

Una estrategia alternativa sería desarrollar políticas que de manera explícita hagan que la crianza de los hijos sea más compatible con el mercado laboral, como el acceso extendido al cuidado infantil asequible y de calidad o permisos familiares generosos. No obstante, tampoco existen pruebas contundentes de que esos tipos de medidas aumenten las tasas de natalidad de manera considerable. Incluso en los países escandinavos, con sus generosos programas gubernamentales para las familias y la división de roles domésticos menos basada en el género, las tasas de natalidad están en descenso.

En ausencia de políticas eficaces para aumentar los nacimientos de manera considerable, la manera más confiable e inmediata de aumentar la población estadounidense es a través de la inmigración, que trae consigo sus propios desafíos políticos y sociales. Para mantener el crecimiento económico sin la inmigración a fin de compensar el declive en los nacimientos, necesitaríamos un aumento en la proporción de los individuos en edad laboral que tienen trabajo o un aumento en la productividad laboral o ambas cosas. No obstante, tanto las tasas de empleo como la productividad han estado disminuyendo. Revertir la situación requerirá una considerable inversión de recursos públicos para mejorar la competitividad económica de Estados Unidos.

El declive en las tasas de natalidad ha sido un problema desde hace años y la pandemia lo ha empeorado. Es probable que sus implicaciones demográficas, sociales y económicas se perciban durante muchos años.

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