Diálogo hacia un Acuerdo de Paz, por @pespinosat

El pasado 23 de junio se llevó a cabo un hecho político importante para Colombia y para el continente latinoamericano, la firma del Proceso de Paz entre el gobierno colombiano y las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia); un acontecimiento que coincidió en la fecha que ganó el Brexit, y quedó marginado en las noticias.

Un Acuerdo de Paz es un documento que dos partes suscriben en que se comprometen a poner punto final a las hostilidades que los enfrentaban y en el que definen las condiciones para propiciar el proceso de paz y desarme, si corresponde. Siempre, estas negociaciones llevan un largo tiempo de discusiones hasta lograr que cada una ceda en algún aspecto para llegar a la conformidad y conseguir la paz. Por lo general, testimonian la firma personalidades y organizaciones con trayectoria en la lucha por la paz.

El movimiento rebelde en Colombia que inició en 1970, provocó un conflicto de más de 50 años en Colombia, en el que se registraron la muerte de cerca de 220 mil personas, la desaparición de otras 25 mil y el desplazamiento forzado de casi cinco millones de colombianos. Al final de su mandato, el presidente Álvaro Uribe intentó canales de comunicación con las FARC para generar un clima de confianza y preparar unas hojas de ruta que condujeran al final de la violencia. Antecedente de un país que anhela la paz.

La labor de los países garantes, Cuba y Noruega, hicieron posible que se suscribiera el último punto de la agenda para el cese al fuego bilateral hacia la construcción de la paz en Colombia. En el Acuerdo General se definieron los siguientes puntos de negociación: una política de desarrollo agrario integral, la participación política sin impedimento, el fin del conflicto con el desarme de los grupos rebeldes, la solución al problema de las drogas ilícitas, determinar quiénes son víctimas del conflicto armado y un mecanismo de refrendo de acuerdos -plebiscito- que podrá realizarse entre junio y julio del presente año.

El Acuerdo de La Habana, así llamado por haber sido el lugar sede, cierra tres años de conversaciones que ponen fin a las hostilidades entre el gobierno colombiano y la guerrilla más antigua de América Latina, las FARC, a la que se suma el Ejército de Liberación Nacional (ELN), el otro movimiento guerrillero activo. Este Acuerdo, fue signado por el Presidente Juan Manuel Santos y el Comandante Timoleón Jiménez, respectivamente. Fueron testigos líderes de Venezuela, Chile, México El Salvador y República Dominicana; además del secretario general de la ONU, los enviados especiales para el proceso de paz de los EEUU y la Unión Europea, entre otros.

El objetivo de este proceso es buscar la paz por medio del diálogo, ya no por las armas. A pesar de las diferencias de fondo se hacen muchas concesiones para lograr la tregua, la desmovilización de los guerrilleros y la cesión de armas. Se pactó crear 23 zonas para que los guerrilleros se reincorporen a la vida civil, que la ONU reciban las armas en no más de 180 días, que las FARC ubiquen las zonas para el desminado y se realice el plebiscito en el que se refrendarán los acuerdos a firmar.

La complejidad del proceso implica retos como el paramilitarismo ya que hay otros grupos armados que buscan espacio; concretar las negociaciones; las divisiones con sectores en desacuerdo (ejército y marina); que se entreguen todas las armas; la reparación de daño a las víctimas; que los responsables sean enjuiciados; y, el regreso de los desplazados.

Tomar una decisión de esta naturaleza no solo tiene un impacto político, también evita el costo social, económico y de vidas que podría seguir prologándose indefinidamente. El Acuerdo de La Habana es una decisión altamente beneficiosa. Hago votos para que pronto se cristalice en el Acuerdo por la Paz en Colombia.

Por: Patricia Espinosa Torres, Política, conferenciante y humanista comprometida con la construcción de una sociedad más justa y equitativa.

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