Si pudiésemos describir de una manera sencilla el fenómeno del amor de pareja ¿Cómo lo definiríamos? Incontables canciones, poemas, novelas y tratados filosóficos han intentado responder tan intrigante pregunta a lo largo de siglos. Y, a pesar de ello, en nuestra era cibernética aún andamos a la búsqueda de una respuesta que nos resulte convincente.

“Bueno, el amor es cosa de sentirse, no de entenderse”, diría tal vez algún lector o lectora, con justificada impaciencia. Cierto, ¿Pero no sería aún mejor si además de sentirlo pudiésemos también entenderlo?

A manera de introducción, escuchemos lo que un famoso personaje dijo alguna refiriéndose al ser amado ideal: “Creo sinceramente que solo una vez en tu vida encontrarás a alguien capaz de trastocar de tal manera tu mundo. Le confiarás cosas que nunca le has confiado a nadie más. No solo escuchará todo aquello que le tengas que decir, sino que querrá conocer aún más. Le compartirás lo que esperas del futuro, tus sueños inalcanzables, las metas que aún no has podido realizar y los numerosos desencantos que hasta ahora la vida te ha puesto por delante. Cuando algo maravilloso suceda, te morirás de prisa por contárselo, sabiendo que se volverá partícipe de tu emoción. No sentirá vergüenza de llorar contigo cuando llores o de reír cuando cometas alguna tontería”.

Tan espléndida descripción surge de la pluma de Bob Marley, el legendario compositor e intérprete de música reggae. Continúa así su narración: “Esa persona nunca se atreverá a lastimar tus sentimientos, ni te hará sentir que no eres lo suficientemente bueno. Solidificará tu fortaleza y te permitirá ver cosas de ti que te hacen especial e incluso magnífico. Podrás ser tú mismo, sin preocuparte de lo que él o ella piense de ti, porque te amará por lo que eres”.

Cierra así el cantautor jamaiquino: “En su presencia, no habrá necesidad de una conversación continua, pues solo hará falta su cercanía. Cosas que nunca te interesaron antes te parecerán fascinantes, porque sabes que son importantes para esta persona que te resulta tan especial. Pensarás en él o ella en toda ocasión, trátese del pálido azul del cielo, el viento suave e inclusive algún nubarrón de tormenta en el horizonte. Le abrirás tu corazón sabiendo que existe la posibilidad de que algún día lo rompa. Y al abrirle el corazón experimentarás un amor y una dicha que nunca soñaste posible. Encontrarás el solaz sabiendo que cuentas con un amigo/amiga verdadera y posiblemente un alma gemela que te será leal hasta el fin. La vida se tornará completamente diferente y emocionante. Y bien valdrá la pena. Tu única esperanza y seguridad residirá en saber que él/ella ahora forma parte de tu vida”.

Espero que, desde su rincón del firmamento, Bob Marley me perdone la libertad que me he tomado de traducir al español su embeleso de homenaje a la persona amada. A través de esta prosa poética he querido poner de manifiesto cómo el amor, con todo y su elusiva sutileza, resulta la fuerza más importante en nuestras vidas.

Como siguiente paso en mi pesquisa, recurrí a aquellos que se han dado a la tarea de circunscribir el fenómeno del amor en términos más acotados. Las aportaciones de Karin Sternberg, una autora alemana, quien recientemente escribió un libro sobre la psicología del amor (“Psychology of Love 101”), me parecieron las más convincentes.

Sternberg se refiere al amor por medio de lo que yo llamaría la metáfora del “vaso medio lleno o medio vacío”. Si nos sentimos como un vaso medio lleno, procuraremos una relación que nos ayude crecer aún más y a realizarnos plenamente como seres humanos. Si nos sentimos como un vaso medio vacío, la relación servirá como un mecanismo para aliviar y suplir nuestras deficiencias. Si bien unos optarán por lo primero y otros por lo segundo, lo cierto es que los seres humanos buscamos un poco de ambas cosas en una relación amorosa.

¿Es necesario que nos agrade mucho una persona para enamorarnos de ella? Sí y no. Si bien es cierto que disfrutar la compañía del ser amado es un componente importante en toda relación, Sternberg, quien cuenta con un doctorado en psicología, aclara que tal condición no es indispensable. Sirva como ilustración la canción “Prometimos no llorar”, de Palito Ortega, en la que un hombre, insatisfecho, termina su relación de la siguiente manera: “Lo nuestro es una costumbre… y el amor es otra cosa”.

Concluyo esta entrega con uno de los inolvidables sonetos de Neruda: “Te amo sin saber cómo, ni cuándo, ni de dónde, / te amo directamente sin problemas ni orgullo: / así te amo porque no sé amar de otra manera, / sino así de este modo en que no soy ni eres, / tan cerca que tu mano sobre mi pecho es mía, / tan cerca que se cierran tus ojos con mi sueño.”

El lunes próximo abordaré algunos de los tipos de relación amorosa identificados por la doctora Sternberg.

(*) Doctor en Comunicación por la Universidad de Ohio y Máster en Periodismo por la Universidad de Iowa