Durante muchos años, pero sobre todo últimamente, analistas y expertos han pronosticado o proclamado la muerte de la democracia en Israel
Bret Stephens
Ya conocemos los motivos. Uno de ellos es la creciente influencia política y demográfica de los ultraortodoxos. Otro es que hay cierto desprecio por el Estado de derecho, lo cual queda ilustrado en el comportamiento del primer ministro Benjamin Netanyahu, que copian sus epígonos. También está la polarización de la sociedad israelí en bandos religiosos, seculares, nacionalistas, árabes y rusos. Además, hay una atracción por el nacionalismo iliberal.
Por encima de todo, hay una presunta falta de voluntad para comprender la necesidad de llevar a cabo una separación segura de los palestinos y un asentamiento justo para estos con el n de asegurar la sobrevivencia de Israel como un Estado judío y democrático.
Sin embargo, resulta que las noticias sobre su muer- te son verdaderamente exageradas. La democracia israelí está bastante bien. Cálmense.
Esa es la conclusión principal que debemos sacar de la extraordinaria repetición de las elecciones de Israel el martes, en las que los resultados preliminares muestran que el partido Azul y Blanco, de centro, dirigido por el exgeneral Benny Gantz, obtendrá 33 curules en la Knéset, donde hay un total de 120, por lo que superará al partido Likud de Netanyahu, que contará con 31 escaños.
Puesto que el número mágico para formar un Gobierno en Israel es 61, Gantz y Netanyahu deben tratar de crear una coalición funcional, con partidos más pequeños; si no, entonces posiblemente entre ellos mismos. Gantz ha señalado que está dispuesto a formar un Gobierno de unidad con Likud si Netanyahu no forma parte de él. Por su lado, el primer ministro dice que también está abierto a establecer un Gobierno de ese tipo, pero enfrenta una posible destitución por cargos de corrupción y está desesperado por seguir en el cargo con el n de concertar su inmunidad legal.