La crisis originada por el COVID-19 ha servido una vez más para que se quiten la máscara
Pedro L. Jáuregui Á.
Definitivamente hay políticos que con sus actos solo crean malestar y odios. En Colombia está el clan que encabeza el exmandatario Álvaro Uribe y que se apoderó del poder, su séquito encabezado por el presidente Iván Duque y el ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla; en el mundo, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Estos son casos palpables de ello.
La crisis originada por el COVID-19 ha servido una vez más para que se quiten la máscara. En Colombia, además de la pandemia que ataca al mundo, se tiene la migración constante de venezolanos que cargan con sus males, quienes consideran que Colombia tiene que resolver sus problemas y, cuando no se puede, quieren tomar a la fuerza lo que necesitan.
Colombiano que se respete, tiene créditos con las entidades crediticias porque trabajan por su cuenta y parecen ser grandes empresarios cuando la gran mayoría no lo son.
Cúcuta, ciudad ubicada en la frontera con Venezuela, la de mayor índice nacional de desempleo, vive del comercio informal que le alcanza al ‘trabajador’ para mantener un grupo familiar, siempre y cuando haya el denominado rebusque, pero ante la crisis originada por el COVID-19 esperaba un auxilio del Gobierno, pero todo indica que este no va a llegar.
El ministro Carrasquilla, conocido por cargar impuestos a las clases sociales de menor rango, para favorecer a las entidades bancarias, socios de sus jefes, lo volvió hacer y así lo dejó consignado a través de un decreto donde es evidente que el Gobierno aprovecha la emergencia para beneficiar a bancos, al autoprestarse recursos de los entes territoriales para dárselos a bancos y empresas. Abuso absurdo que además disminuye recursos que deben ser para la salud y el cuidado de la gente y los hogares.
Qué decir de Tump, quien señaló que no va poner cuarentenas obligatorias, lo que desbocó a la gente el 24 de marzo a la calle como pasó en Colombia, en especial en Cúcuta, donde no hay disciplina ni conciencia, dizque para salvar la economía. Por eso Italia, España y Francia lloran hoy sus muertos.