Hugo Lora
El domingo 17 de abril fue un día muy significativo para los mexicanos: para algunos, domingo de resurrección; pero para todos, el día en el que se discutió el futuro del sector energético de nuestro país. Digo todos porque la energía eléctrica es un bien indispensable, tanto así que el 99 por ciento de las viviendas habitadas de todo el país y de los negocios establecidos la tienen. Pero ¿qué cambiaría?
Primero, se crearía un monopolio, esto quiere decir que en el mercado solo habría un solo comprador de energía eléctrica que sería la Comisión Federal de Electricidad (CFE). Los generadores privados podrían generar hasta el 46 por ciento de la energía requerida del país, pero como dije anteriormente, solo podría ser vendida a la CFE y en los términos que esta determine, monopolizando en consecuencia toda la cadena de valor.
Segundo, en la propuesta hecha no se prevén mecanismos para que la electricidad generada y despachada sea más barata. Todo lo contrario, este cambio propone que sigan existiendo las centrales de generación más viejas, ineficientes y contaminantes; desincentivando proyectos nuevos que implementarían tecnologías más eficientes y amigables con el medio ambiente y con el precio a los consumidores.
Tercero, se eliminaría el marco institucional que vela por el interés público dándole a la CFE las tareas regulatorias y de política pública, con control en la planeación y determinación de las tarifas en las distintas zonas del país.
Todo lo anterior resultaría en un aumento de costos en la industria y, por consecuencia, un aumento en las tarifas para los consumidores finales o un gasto público excesivo para subsidiar el servicio público.
En resumen, este cambio compromete completamente el futuro de un bien indispensable en el desarrollo de nuestro país y de sus ciudadanos. De aprobarse lo dicho en esta columna podría catalogarse como una visión ausente de luz para nuestro país y sus habitantes.