Un tema que se estará poniendo de moda en nuestra localidad, es el llamado: movilidad. ¿Será la llamada movilidad de los cuerpos? ¿Movilidad académica? ¿Movilidad financiera? Ninguna de ellas. Se trata de un plan de movilidad urbana, que los expertos aseguran, ayudará a que en la ciudad de Querétaro disminuyan los impactos ambientales, económicos y sociales generados por sistemas de movilidad fragmentados y caóticos, causados por el transporte urbano, uso de automóviles y feas calles en muchos lugares por los que transitamos los queretanos.
Obviamente que un plan de movilidad, en los proyectos del desarrollo urbano, tiene que contemplar la participación de los ciudadanos, campañas de motivación, evaluación constante y, además de las buenas intenciones del gobierno, un adecuado financiamiento que permita cambiar lo que hasta el momento funciona mal.
Sin embargo, no se trata solo de hacer nuevas rutas de transporte, ser menos dependientes del automóvil, generar una agradable estética a la imagen urbana o cumplir con las exigencias de los acuerdos internacionales para atender el cambio climático. Se trata de tener una mayor calidad de vida. Y si en un plan de movilidad no se considera el factor humano, o sea, la participación de los psicólogos, pues todo será una pérdida de tiempo y de recursos públicos.
La psicología del tránsito tiene un reconocimiento oficial desde 1990 (IAAP) y se define como “el estudio de los procesos psicológicos subyacentes en el comportamiento humano en el contexto del tránsito, el transporte y la movilidad social”. Quiere decir, que participan elementos cognitivos, emocionales, motivacionales y de personalidad en la elección y modos de como una persona se moviliza por las calles y carreteras, a pie o utilizando un vehículo motorizado, bicicleta o patineta. La psicología del tránsito (o psicología de la conducción) tiene la finalidad de mejorar las condiciones y calidad de la movilidad humana, pero sobre todo, la seguridad vial. Por ello debe ser partícipe de este tipo de planes de gobierno y ser elemento vinculante de otras disciplinas.
Conducir un medio de transporte parece ser ya, una amenaza para la seguridad y salud pública. La OMS ha referido que, cada año, son casi dos millones de personas que fallecen a consecuencia de choques o incidentes de tránsito y casi cincuenta millones se lesionan por éste motivo. El caminar por calles maltrechas, oscuras, con obstáculos o reducidas, se ha convertido en un peligro latente para las personas de tercera edad y para aquellas con alguna discapacidad adquirida. Lo importante aquí, es reconocer que el comportamiento humano es un factor de riesgo y causa en el 90 por ciento de los accidentes.
Por ello, el conocer los factores de comportamiento en la seguridad y movilidad de las personas, será una base más sólida para la planeación y la toma de decisiones de nuestras autoridades. La tarea no será nada sencilla. La modificación de comportamientos, el desarrollo de nuevas habilidades ciudadanas y la educación vial permanente, son un gran desafío para los encargados del proyecto de movilidad.
Para comenzar, ¿Estaremos dispuestos a reducir en un 25 por ciento el uso de nuestro automóvil? ¿Anticipar oportunamente el llegar a nuestro destino y elegir caminar? ¿Por fin respetaremos el UNO a UNO? ¿Confiaremos en nuestros vecinos y compartiremos el automóvil? ¿Dejaremos las prisas y caminaremos plácidamente por el Centro Histórico de nuestra ciudad?
Por: Juan Carlos García Ramos, psicólogo Clínico
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