Los niños de 3 a 5 años, lo sabemos, son como esponjitas, pues todo lo absorben. En cada uno de sus movimientos, expresiones y balbuceantes palabras podemos captar el  maravilloso asombro con el que descubren un mundo nuevo para ellos.

Pasados los años, empezamos a incorporar el suficiente conocimiento de las cosas. Pero es también el momento en que se empieza a apagar el Indiana Jones – aventurero del destino – en nuestro interior. El  “¿Sabías qué…?”, expresado con rostro de infantil entusiasmo, es sustituido por el autocomplaciente “¡Resulta obvio que…!”. Los misterios de la existencia dejan de ser enigmas insondables y los convertimos en paralizante rutina.

Sin embargo, dormirnos en nuestros laureles en una realidad tan cambiante como la del vertiginoso presente equivale poco menos que a negarse a seguir viviendo.

Y si aplicamos este principio al mundo de los negocios, mucho peor: en la medida en que nos mantengamos un paso atrás de nuestros competidores, se nos negarán los triunfos.

Erika Andersen, una consultora de negocios, está convencida de que el éxito empresarial depende de nuestra habilidad para adquirir nuevos conocimientos y habilidades. En un reciente artículo en la revista Harvard Business Review (marzo, 2016), plantea la necesidad de reinventarnos de manera constante para no dejar de crecer en lo  personal y en lo profesional.

Como fruto de su experiencia como coach y asesora de miles de ejecutivos, Andersen identificó cuatro características que distinguen a las personas que han hecho del aprender a aprender un arte: aspiración, auto-conciencia, curiosidad y vulnerabilidad. Veamos en qué consiste cada una.

ASPIRACIÓN

Si hemos de aprender nuevas maneras de hacer las cosas, el primer requisito es querer hacerlo. El problema es que tendemos a instalarnos en nuestra zona de comodidad, de tal manera que cuando surge la posibilidad de ver las cosas desde un ángulo diferente, nos resistimos a ello. El lector/lectora podrá reconocer el tipo de cosas que nos decimos en nuestra voz interior cuando surge este bloqueo: “Si así estoy bien, ¿para qué le muevo?”, “sería demasiado complicado hacerlo de una manera diferente”, “¿vale la pena poner en riesgo lo antes logrado?”.

La manera de revertir el estado mental paralizante es enfocarnos en lo que SÍ podremos lograr si nos animamos a dar un paso en la dirección desconocida y dejar de cebarnos en lo que podríamos perder. Este sencillo cambio de “chip” nos impulsará a actuar.

AUTO-CONCIENCIA

Si aprendemos a identificar nuestros pensamientos, nos daremos cuenta del momento preciso en el que “nos montamos en nuestro macho” y nos atoramos en las cosas más insignificantes. Apunta Andersen sobre el particular: “El truco consiste en poner atención a la manera en que te hablas a ti mismo y luego cuestionar por qué lo haces así”.

A manera de ejemplo, si tu jefe expresa su opinión de que tu equipo de trabajo no está funcionando bien, es probable que en tu voz interior te digas “¡Qué injusto! ¿Cómo se atreve a decir esto después de que me he partido el lomo para que mi gente de lo mejor de sí?”. Si, en vez de tirarte al suelo, qué tal si en tu voz interior te dices: “Me duele este cuestionamiento de mi jefe, pero si me lo dice es por algo que él ha observado; le preguntaré qué es, para buscar la mejor manera de volver más efectivo a mi equipo”.

CURIOSIDAD

Al inicio de este texto me refería a la inherente curiosidad de los niños por descubrir las maravillas de un mundo. Pues bien, lo que tenemos que hacer es muy sencillo: empezar a imitarlos. Para lograr semejante giro, Andersen nos invita una vez más a transformar nuestra actitud y preguntarnos “¿Qué tal si…?”.

Yo, en lo personal, recuerdo cuando hace años se abrió la posibilidad de irme a hacer un doctorado a los Estados Unidos. Un área que me apasionaba era la comunicación de masas; no en balde tenía ya una maestría en periodismo. No obstante, también sabía que lo que mi institución en realidad necesitaba era un experto en comunicación organizacional, una especialidad que distaba de ser una de mis favoritas. En vez de transitar una vez más por el sendero conocido, sentí la curiosidad de aventurarme a territorio ajeno. Gracias a esta decisión crucial en mi vida, ahora soy un consultor organizacional y he tenido la fortuna de prestar mis servicios a alrededor de 60 organizaciones en los últimos 16 años.

VULNERABILIDAD

A nadie le gusta sentirse vulnerable, pues esto lo pone en desventaja ante los demás. El cambio de chip mental que Andersen sugiere en este sentido es que, en vez de decirnos “Me siento ridículo haciendo esto en lo que no soy tan bueno”, nos digamos: “Sí, estoy cometiendo muchos errores, pero gracias a ellos estoy aprendiendo a hacer algo que de otra manera nunca me habría atrevido a hacer”.

Moraleja: Una manera segura de evitar las caídas es negarse a seguir caminando. Sin embargo, es también la mejor manera de quedarse estancado. Si te arriesgas a lo desconocido, caerás una y otra vez, sin duda. Sin embargo, cada vez que te levantes te encontrarás más cerca del éxito.

Bibliografía: Erika Andersen (Marzo, 2016). “Managing yourself: Learning to learn”. Harvard Business Review, pp. 98-101.

(*) Doctor en Comunicación por la Universidad de Ohio y Máster en Periodismo por la Universidad de Iowa