¿Cuánto tiempo pasamos al día frente a una computadora o ante una tableta? O bien, preferimos accesar a internet a través de nuestro celular y la pregunta sería ¿cuánto tiempo utilizamos las Redes Sociales? Y en éste sentido, ¿qué es lo que más hacemos: ver noticias, checar Facebook, enviar mensajes por WatsApp, jugar o repasar la gran cantidad de1 foto que hemos tomado? Viene lo más importante ¿cuál es la actitud y el estilo de nuestra comunicación al usar las Redes Social? Dice la diputada Aydé Espinoza que “el 90 por ciento de los usuarios han sufrido acoso (cibernético) y ha habido casos de delitos físicos consumados”. Quiere decir, estimado lector y lectora, que seguramente usted ha incurrido en ésta dinámica de haber recibido o emitido algún insulto, ofensa, acusación, amenaza o reproche. Usted sabe quién es la otra persona a quién ha bullyiado (no estoy seguro que ésta palabra exista), aunque tal acoso haya sido suave o duro como lo han dado en llamar los expertos, pero nadie sabe que se trata de usted, quien ha generado el reclamo. Y es que las emociones no las podemos separar de nuestras formas de comunicación y el discurso que utilizamos en las Redes Sociales es un tanto diferente al que tradicionalmente utilizamos en casa, escuela, trabajo o con personas no tan conocidas, pero que dialogamos cara a cara.
En internet cualquiera puede entrar. Solo las condiciones de imaginación y creatividad pueden limitarlo. Es relativamente gratuito y está disponible las 24 horas del día, así que es fácil participar en el fenómeno conocido como “odio anónimo”, que se encuentra tanto en las Redes Sociales, como en la plaza con un teléfono público y en los estadios de fútbol. Estas actitudes acusatorias y de rechazo son más que un entretenimiento perverso virtual. Para muchas personas, es un estilo de vida plagada de frustraciones e impulsos no controlados, pues las personas han fracasado en desarrollar habilidades de tolerancia y han quedado cortas en su proceso de madurez. Es también, compensatoriamente, una defensa social ante los desaciertos y abusos de nuestros gobernantes, instituciones o personas que en algún momento construyeron una credibilidad que compramos; pero jamás será, un lugar para emitir el Voto electoral ni el espacio terapéutico para sanar una neurosis.
Pasará tiempo para que los candidatos ‘afectados’ en el proceso electoral reciente se recuperen de los ‘dimes y diretes’ que circularon en las Redes Sociales, o para que el aficionado encuentre otra manera de manifestar su postura contra el portero del otro equipo. Las elecciones y el fútbol, como escenario competitivo, genera posturas muy radicales en quienes lo practican y observan. Estamos lejos de conducirnos con delicadeza y amabilidad al momento de pelear por nuestros anhelos. Es quizás condición humana. Sin embargo, lo inteligente ante éstas realidades es darnos cuenta que no ganamos lo que pretendemos al insultar y desacreditar a los otros. Las Redes Sociales nos han causado ya un estado de embriaguez no contemplada y nos ha hecho actuar de forma ridícula. Más que el beneficio del entretenimiento, el internet debe ser un lugar para formar democracia, educación y crecimiento a nuestro país, solo hay que reaprender a utilizarlo. La pregunta es ¿cómo?
Por: Juan Carlos García Ramos, Psicólogo Clínico
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