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Casi todos los días es obligado mi caminar por la antigua Calle Real, en el centro de San Juan del Río. La Calle Real o Camino Real de Tierra Adentro es actualmente la Avenida Juárez y, desde el año 2010, es una zona que considerada por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, … Leer más

12 de marzo 2017

Casi todos los días es obligado mi caminar por la antigua Calle Real, en el centro de San Juan del Río.

La Calle Real o Camino Real de Tierra Adentro es actualmente la Avenida Juárez y, desde el año 2010, es una zona que considerada por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco, por sus siglas en inglés) como Patrimonio de la Humanidad por la importancia histórica y por el desarrollo que a partir de dicho camino se logró en la época virreinal.

Para mí, en lo particular, es un orgullo poder caminar diario por las calles que mis mayores caminaron. Pasar por los nobles edificios que se tienen a lo largo de esta vía es recordar la historia de la ciudad, es volver a siglos pasados y agradecer a los que, con su trabajo, han construido mi San Juan del Río.

Eso es lo que pienso.

Sin embargo, algo que lamento muchísimo es la falta de limpieza de la inmensa mayoría de las personas que tienen su casa o su negocio comercial -aclarando, no todos, pero sí la inmensa mayoría- y, con tristeza, vemos como no podemos y no queremos limpiar el frente de nuestros domicilios.

Para quien ha comenzado a leer esta colaboración va a tener uno o varios pensamientos, entre ellos: “ese tema le toca al Municipio, dígase Gobierno”, o lo clásico: “no es mi problema, todos ensucian”; sin embargo, creo que este asunto va más allá de una situación de gobierno o de aventarle la bolita a los demás.

Por muchos años, una de las características de nuestras ciudades había sido la limpieza: la limpieza de nuestra casa y la limpieza de las calles.

Leyendo a Bernal Díaz de Castillo, en las Crónicas de la Conquista, nos comenta la limpieza que nuestros antepasados prehispánicos tenían en las ciudades.

La antigua capital mexica se barría permanentemente y sus ciudadanos, incluso, se bañaban hasta dos veces al día. Era tanto la cultura de la limpieza que los desechos sanitarios eran utilizados como abono en las tierras de cultivo, con un procedimiento debidamente controlado para no causar infecciones.

En la época virreinal se siguió con la costumbre de la limpieza de las calles de las ciudades, aunque no por parte de los que venían del ‘viejo continente’, pero sí por parte de los naturales de los pueblos.

Todavía hasta hace muy pocos años era común ver en San Juan del Río que las amas de casas, e incluso los señores, salían desde temprano a barrer las calles y luego continuar con la limpieza de sus casas y de sus negocios. Y, antes, muchas de nuestras calles no tenían los pavimentos o las banquetas que hoy se tienen, pero aun así se limpiaba enfrente de los domicilios.

Yo recuerdo cómo mi abuela, a las 5:00 de la mañana o 5:30 se levantaba a barrer la calle donde tengo mi domicilio, y aun hoy en día mis papás siguen barriendo el frente
de mi casa.

Muchos de los vecinos siguen haciendo lo mismo, pero cada vez son menos lo que realizan esta actividad. Al contrario, nos estamos a acostumbrando a no limpiar el frente de las casas, nos acostumbramos a sacar basura y dejarla ahí a las horas que no se puede sacar, a dejar sucio donde utilizamos algo, como por ejemplo los que lavan los coches o quienes realizan alguna actividad como cortar el pasto o los árboles.

Esto es indignante.

Creo que debemos de recuperar el hábito por la limpieza de la ciudad y trasmitirlo a las nuevas generaciones que, desafortunadamente, están más preocupadas en utilizar el celular o la ‘tablet’, que en limpiar. No es una obligación del Gobierno la limpieza de las calles, puesto que, si bien el Estado tiene que facilitar los mecanismos para la limpieza, el hábito o el valor (si le podemos llamar así) corresponde a la persona.

Veía hace días cómo el señor presidente municipal de la capital del estado, Marcos Aguilar Vega, hacia un programa con limpieza, “invitando” a los funcionarios de su gobierno a limpiar algunas zonas de la capital.

Es una labor muy loable, si se realizara permanente y no siendo funcionario público, porque más bien parecía un momento de fotografía que una verdadera labor ciudadana, ya que más de uno de los vecinos le agradeció que limpiara en lugar de él.

Creo que debemos fomentar de otra forma el valor ciudadano de la limpieza y ser conscientes que la ciudad más limpia no es la que más se barre, sino la que menos se ensucia.

El reto es la limpieza. Hagámoslo por la ciudad y por quienes vivimos en ella.

Nuestra ciudad merece estar limpia: Salgamos a barrer, a limpiar el frente de nuestras casas y hagamos del espacio donde habitamos un lugar más digno y más decoroso.

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