El martes falleció a los 88 años, en su finca de Monteviejo, don Victorino Martín Andrés. Sin duda, uno de los ganaderos más reconocidos y galardonados de los últimos 60 años, destacando por crear y criar un toro de lidia con la personalidad propia del ganadero, con una lámina espectacular y, sobre todo, con transmisión, producto de la bravura y la raza que ha caracterizado a esta casa ganadera desde sus inicios, allá por los años 60.
Inmersos en una monotonía de faenas copiadas con papel carbón y toros de embestida pastueña, sin transmisión, siempre resulta interesante ver a los ‘victorinos’ no solo por su presencia y las condiciones que presentan durante su lidia.
También vemos toreros a los que no tan fácilmente se les puede ver acartelados, valientes, con técnica que lograron lucir y hacer lucir a tan exigente ganado. Los orígenes sanguíneos de esta casa ganadera son sumamente interesantes. Datan de mediados del siglo XIX, con antecedentes del Marqués de Saltillo y la Vda. de Murube.
A principios del siglo XX, incluyeron sangre de Santa Coloma y del Marqués de Albacerrada, para finalmente adquirir la ganadería de forma paulatina a la familia Escudero Calvo y lidiar ya con su nombre actual a partir de 1967. Dentro de las características principales de los ‘victorinos’, encontramos que suelen humillar mucho, lo que hace lucir más tanto el lance como el pase, embisten de manera más despaciosa, a comparación de otras ganaderías. Su aire natural es el trote no tanto el galopar y, sobre todo, es un animal muy listo, tiene que ser bien toreado a la altura, velocidad y distancia adecuada. Sin duda, 1982 fue un año de éxitos para don Victorino, ya que en junio se lidió la llamada “Corrida del Siglo” con seis de sus ejemplares que no hicieron quedar mal al ganadero y llevándose Pobretón el galardón al toro más completo de la feria.
Posteriormente, en julio, José Ortega Cano indulta a Belador, único toro que hasta la fecha ha sido indultado en ese coso Venteño.
Concluyo con una frase que identifica el pensar y el hacer de don Victorino Martín:
“El mayor cáncer del toreo es hacer un toro que no moleste; el bravo exige, molesta y hace sudar”.