Carlos Septién García plasmó en sus ‘Crónicas Taurinas’ importantes conceptos sobre dos corridas celebradas a principios y fines del año de 1946, en donde el Mounstro de Córdoba actuó en la capital de la república. Dos faenas que despertaron en este periodista y gran cronista taurino Queretano, el sentimiento y la inspiración para realizar, a su más puro estilo, un homenaje y un reconocimiento a un nuevo concepto del arte de torear.
Dos aspectos de orden técnico se resaltan de sobremanera en este nuevo toreo ‘Manoletista’: primero, el cite enhilándose con el toro y anulando las distancias entre el animal y el torero.; el otro, desarrollar una perfección en el último tiempo de los pases, lo que ha dado al remate y a la ligazón, a decir del escritor, la máxima belleza hasta ese momento conocida. Otro concepto que se resalta es cuando se refiere a la característica que cualquier torero que pretenda llegar a ser “figura” debe de buscar: “Aquel torero que pueda dejar satisfechos a los públicos todas las tardes y en el mayor número de toros, será el primero.”
La admiración que el tío Carlos sentía por Manuel Rodríguez Sánchez lo llevó a desmenuzar tanto el toreo del ‘Mounstro de Córdoba’ como la tauromaquia de esa época, iniciando este análisis, comentando que ya exista con anterioridad una lucha planteada entre la lidia y la plástica argumentando que la técnica ha estado en serios peligros de ser sacrificada en aras de la plástica. Hace mucho énfasis en el hecho de que el toro primeramente debe de ser dominado antes de ser utilizado para la creación de bellos trazos, tratando de compaginar desde una forma más integral el concepto de lidia con el de la belleza. Es así como surge el toreo de ‘Manolete’: eficacia y plástica dentro de una misma concepción, el cuál es llamado “toreo moderno”, basado en una actitud frente al toro muy distinta a la del toreo tradicional, haciendo que el toro se amolde a él y no viceversa.
Carlos Septién García fue un enamorado de la tauromaquia de ‘Manolete’, lo tenía conceptuado como el torero izquierdista más grande de todos los tiempos, dueño de un toreo hondo, largo, señorial, exquisito, lleno de temple, don de mando y suavidad, inspirando con ello al autor a transformar el arte del toreo en una bella prosa llena de contenido.