Así se referían al grupo de alumnos de un lugarcito llamado Pueblo Nuevo en el estado de Oaxaca. Un lugarcito -como cualquier parte de México alejado de las grandes ciudades- cicatrizado por la desigualdad social, económica y académica.
Algunos de esos muchachos caminan varios kilómetros para acudir al colegio de bachilleres de Pueblo Nuevo, es por ello que un grupo de alumnos guiados por el profesor Alejandro Arenaza Villavicencio, titular de la materia de robótica del colegio, se dedicaron a estudiar y crear un vehículo que auxiliara a los habitantes de esas comunidades en trasladarse de forma rápida y económica, disminuyendo así las horas invertidas de caminata para ir de un lugar a otro.
Coincidieron que en algunas zonas de la sierra de Oaxaca se carecían de estaciones de gasolina y en otras comunidades no había ni siquiera energía eléctrica. Por lo que el combustible y la electricidad para ese futuro artefacto de traslado fueron totalmente descartadas como opción de propulsión.
Todo ello los los orilló a crear un vehículo pequeño y ecológico, desarrollaron así una motoneta que bautizaron como “caminante rojo” o r-Walk. El artefacto construido en sus inicios con piezas usadas, lograron con el paso de los años, el vehículo idóneo.
Una moto que utiliza la fricción de sus ruedas para generar la energía que le sirve de propulsión, cuenta con un sistema de paneles solares que le permiten iluminar el camino, también tiene un par de llantas intercambiables que se utilizan para terreno agreste o pavimento, suficiente para que una persona se traslade de forma rápida y muy económica por los caminos y veredas de aquellos lugares.
Hasta el 2015 estos alumnos “neófitos y autodidactas” ya habían ganado más de 100 premios, solo 33 de estos son medallas de oro en competencias estatales, nacionales y algunas de ellas internacionales, dos de esas preseas pertenecen al “caminante rojo”, esa motoneta que no solo es pequeña y potente, sino que la convierte en la primera moto autosustentable del mundo, puede ser utilizada durante 12 meses sin carga eléctrica y ni una sola gota de gasolina. ¿Realidad o ficción?