Argentina muestra la factura que un país se ve obligado a pagar, tarde o temprano, luego de etapas plagadas por el derroche, la corrupción y la demagogia, propias de los gobiernos populistas. Argentina es un muy buen ejemplo del que hay que aprender.
El peronismo en Argentina es endémico y la causa central del desplome del país que una vez fue la quinta economía mundial. La última etapa peronista, la de los esposos Kirchner, se prolongó 12 años, sumiendo al país en niveles insospechados de corrupción, impunidad, pobreza generalizada, emigración y debilitamiento institucional. Una de las instituciones que hoy languidecen son las fuerzas armadas, a las que no se les da presupuesto, equipo ni capacitación. El hundimiento del viejo submarino ARA San Juan el 15 de noviembre del año pasado fue la gota que derramó el vaso para el país que menos gasta en defensa en toda Sudamérica.
Con grandes esperanzas en diciembre de 2015 llegó al poder Mauricio Macri, quien de inmediato empezó a poner orden mediante un severo ajuste fiscal, pagando los denominados por su antecesora como “fondos buitre”, volviendo a publicar las estadísticas oficiales, que ocultaba o maquillaba su antecesora, y reduciendo significativamente la pobreza.
Pero… los males que produce el populismo son profundísimos y Macri implementó un programa gradual que no le ha resultado, tratando de evitar el shock; la inflación no ha bajado, este año será de alrededor del 40%; el precio del dólar sigue aumentando, lo que provoca su compra descontrolada y la consiguiente fuga de capitales. Pero el legado de corrupción e impunidad de sus antecesores peronistas pesa como una losa en la economía argentina. En junio tuvo que recurrir al FMI para un préstamo de 50 mil millones de dólares, y ahora vuelve para un ajuste adicional.
El populismo vive de los pobres, los que incrementa; se dice la voz del pueblo y el pueblo es el primero que lo sufre. Su correa de transmisión para funcionar es la corrupción que se extiende como un cáncer incontrolable y que produce nuevos millonarios entre los que gobiernan. Una amenaza.