Hace algunas semanas, los encuestadores de la Universidad de Monmouth les pidieron a los demócratas de todo el país que eligieran entre dos tipos diferentes de candidatos. Uno era un candidato con quien los votantes estaban más de acuerdo en la mayoría de los temas, pero que tendría problemas para vencer al presidente Donald Trump. El otro era lo contrario: un candidato fuerte, pero con ideas diferentes a las de la persona encuestada.
Fue toda una revelación. Cerca del 56 por ciento prefirieron al candidato más elegible, en comparación con el 33 por ciento que eligieron al candidato con una ideología más acorde. La brecha fue incluso más grande entre las mujeres y los demócratas liberales. Patrick Murray, quien realiza la encuesta de Monmouth, señala que este patrón no es normal. En campañas anteriores, a los votantes les importaba más la ideología que la elegibilidad.
Creo que hay dos razones fundamentales de este cambio. Desde luego, la primera es el horror de la presidencia de Trump. Pero también es importante la razón menos evidente: las diferencias entre la mayoría de los principales candidatos demócratas a la presidencia no son demasiado grandes en este momento.
Todos ellos están a favor de las políticas para aumentar los ingresos y reducir el costo de la vida para las clases media y baja. Todos apoyan el incremento de los impuestos para los ricos. Están a favor de las medidas para combatir el cambio climático, el derecho al voto y la ampliación de Medicare. La mayoría de los votantes saben que no es gran sacrificio elegir un candidato con ideas moderadamente diferentes acerca de cómo lograr estos objetivos.
Así que, si los demócratas quisieran identificar su mejor opción para derrotar a Trump, ¿cómo sería ese candidato?
Sobre todo, sería un candidato con capacidad de convencer a los estadounidenses de que él o ella está de su lado, es decir, contra las acciones que provocan el estancamiento en los niveles de vida estadounidenses. Más concretamente, este candidato sería alguien que pudiera convencer a los votantes indecisos de esta lealtad.
Todavía hay votantes indecisos. Muchos estadounidenses pasaron de apoyar a Barack Obama en 2012 a Donald Trump en 2016 y luego a los demócratas en la Cámara en 2018, lo cual ayudó a decidir esas elecciones. Entiendo por qué algunos activistas demócratas son atraídos, en cambio, por la idea de una victoria mediante la participación electoral: ofrece la promesa de evitar cualquier pacto político. El problema es que prácticamente no hay ejemplos de demócratas que hayan ganado contiendas cerradas sin poner énfasis en la persuasión. Los intentos de 2018 en Florida, Georgia y Texas se quedaron cortos.