Hace más de 45 años, cuando era un chico de 14 años en una granja de Oregon, en una titilante televisión blanco y negro vi cómo el exabogado de la Casa Blanca de Richard Nixon, John Dean, testificó sobre la conducta ilícita del presidente en el escándalo de Watergate… y el segundo gobierno más corrupto en la historia de Estados Unidos comenzó a derrumbarse.
Ahora, ver testificar a Michael Cohen ante el Congreso me produce un temblor histórico similar, solo que esta vez podría ser el gobierno más corrupto de todos el que está comenzando a tambalearse.
El testimonio de Cohen fue impactante por la suma acumulativa de supuestas conductas ilícitas, por el retrato general de “mafioso” que ofreció de Donald Trump.
“Sé cómo es Trump”, dijo Cohen, para resumir lo que supo mientras trabajó a su lado durante una década. “Es un racista, un estafador y un tramposo”.
El alcance de las estafas de Trump que describió Cohen fue extraordinario, desde el amañe de una subasta para la venta de un retrato de Trump, pasando por un aparente fraude bancario, un aparente perjurio, sobornos monetarios para callar mujeres, hasta el aparente conocimiento por adelantado de un vaciado en WikiLeaks de correos electrónicos de miembros del Partido Demócrata.
Incluso se hizo una mención sugerente sobre otra conducta criminal que está investigando el Distrito Sur de Nueva York del Departamento de Justicia y de la cual podríamos no tener ni idea.
Watergate empezó con un “robo de poca monta” del cual, al parecer, Nixon no tenía conocimiento. Sin embargo, la investigación del robo llevó a revelaciones de encubrimiento, obstrucción de justicia, alucinantes abusos de poder. Una diferencia es que el comportamiento ilegal de Trump parece tener un rango más amplio que el de Nixon.
Tal vez Trump había actuado de una manera tan despreocupada porque nunca esperó ocupar este puesto ni sufrir este escrutinio. Me hubiera gustado que la audiencia no se hubiera llevado a cabo precisamente durante la cumbre de Trump con Kim Jong-un, por el riesgo de socavar la diplomacia nuclear, pero la ironía es que, según Cohen, las negociaciones entre Trump y Kim son una casualidad histórica.
“No tenía ningún deseo ni ninguna intención de gobernar este país… solo quería promoverse y aumentar su riqueza y poder”, comentó Cohen. “Trump a menudo decía que esta campaña iba a ser el ‘infomercial más grandioso de la historia política’. Nunca esperó ganar las primarias. Nunca esperó ganar las elecciones generales”.
Algo casi tan desalentador como el alcance de las supuestas conductas ilícitas fue el comportamiento de los republicanos en el comité. Parecían más interesados en encubrir la verdad que en sacarla a la luz; solo querían proteger a Trump y desacreditar a Cohen.