‘Politico’ publicó hace poco que la ministra francesa de Asuntos Europeos, Nathalie Loiseau, tenía un gato llamado Brexit. Según el periódico ‘Journal du Dimanche’, Loiseau explica la elección de ese nombre en estos términos: “Me despierta cada mañana con unos terribles maullidos, desesperado por salir; pero cuando le abro la puerta solo se queda ahí parado, como indeciso, y cuando lo levanto y lo saco, me lanza una mirada malévola”.
Si no pueden soportar una broma, ni se les ocurra pararse por Londres en este momento, porque en todas partes se topa uno con farsas políticas. La verdad, aunque pese decirlo, no es nada divertido. Más bien resulta trágico observar a un país dispuesto a cometer suicidio económico, y que encima ni siquiera puede ponerse de acuerdo en cómo hacerlo. Es una muestra del fracaso épico del liderazgo político.
Yo opino que deberían volver a la monarquía. ¿A dónde te has marchado, reina Isabel II? La nación vuelve la mirada hacia ti.
Ya en serio, el Reino Unido, la quinta mayor economía del mundo (cuyas clases dominantes crearon la democracia parlamentaria moderna, los sistemas modernos de banca y finanzas, la Revolución Industrial y el mismo concepto de globalización), parece determinado a abandonar la Unión Europea, el mayor mercado del mundo para el libre movimiento de bienes, capitales, servicios y mano de obra, sin contar con un plan bien pensado, o quizá sin ningún plan.
Los miembros del Parlamento, tanto conservadores como laboristas, han presentado a votación un plan tras otro en busca del arreglo perfecto que les permita salir de la Unión Europea sin ningún sufrimiento. Por desgracia, no existe una solución así, sencillamente porque es imposible arreglar la estupidez.
Cuando se invitó al público a votar sobre el Brexit en 2016, la explicación que se les dio fue simple y de lo más engañosa. Quienes estaban a favor del Brexit utilizaron una serie de mentiras sobre el alcance de sus beneficios y la facilidad con que podría aplicarse. Hasta este momento siguen a favor los conservadores más inflexibles, quienes solían darle cierta importancia a las empresas, pero que ahora están obsesionados con la idea de recuperar la “soberanía” del Reino Unido a costa de cualquier consideración económica.
No parecen escuchar en absoluto a personas como Tom Enders, director ejecutivo del gigante del sector aeroespacial Airbus, que da empleo a más de 14.000 personas en el Reino Unido, además de 110.000 trabajos locales que están relacionados con sus cadenas de suministro. Enders les advirtió a los líderes políticos que, si el Reino Unido sale de la Unión Europea en las siguientes semanas, Airbus quizá se vea obligada a tomar algunas “decisiones que podrían ser muy dañinas” en cuanto a sus operaciones en el país.