¿Cómo lograr que para los estudiantes universitarios sea realmente significativo el asunto de lo moral y lo ético, y sobre todo el de la actuación moral crítica en el día a día? Llevar a los estudiantes al propio convencimiento, sin imposición ni adoctrinamiento, de lo importante de su actuación moral crítica, requiere del concurso de las más actuales aportaciones de la psicología moral, de la psicología educativa y de la pedagogía.
Precisamente las competencias que hoy día se pretende que desarrollen los estudiantes pueden visualizarse como una espiral que comienza en el mero conocimiento, en el saber conceptos, teorías e incluso ejemplos paradigmáticos, que ilustran la relación teoría-práctica. Esta competencia es la de saber, la de conocer y que tiene su particular importancia.
Sin embargo, hoy sabemos que el dominio de esta competencia no es suficiente, sino que el estudiante debe poder hacer cosas con ese conocimiento, por ejemplo, resolver un reto o argumentar para justificar la modificación de la realidad en algún sentido.
Así, un estudiante de ingeniería industrial puede saber lo que es un proceso de manufactura esbelta, que tiene el propósito de generar menos desperdicios y generar más valor; además puede conocer los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU (ODS), y las características de lo que se conoce como Empresa Socialmente Responsable (ESR).
¿Por qué no llevar al estudiante a que elabore argumentos sólidos y rigurosos, tomando en cuenta estos proyectos e iniciativas para justificar el que una empresa implante un sistema de manufactura esbelta? Esto sería el saber hacer cosas (en este caso de carácter argumentativo) con lo que ya sabe.
Además de integrar el conocimiento con ese propósito, el estudiante está abonando para el desarrollo de la siguiente competencia: contar con la actitud apropiada, una actitud que en el caso de nuestro ejemplo es, a final de cuentas, la actitud ética.