Colombia, en especial el departamento de Norte de Santander, nunca se imaginó qué por hacer de Buen Samaritano, para que el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, le tirara unos mendrugos de paz y pan, se iba a convertir en una región tomada por grupos ilegales que hacen y deshacen a su antojo con la complacencia de las mismas autoridades.
Personas descuartizadas, cuyos restos nunca aparecen, venta de alucinógenos o de drogas sintéticas, de manera abierta en cualquier sector, incluso en las puertas de los colegios de niños o dentro de las mismas aulas ponen a pensar que la delincuencia se tomó a Cúcuta, la capital del departamento, y la zona de frontera; prostitución en centros comerciales y parques e incluyendo ventas de mujeres, de cualquier edad, al mejor postor son algunos de los cánceres que tiene la otrora frontera más activa de Colombia.
La debacle económica, política y social de Colombia tiene en su orden los siguientes responsables Donald Trump, Nicolás Maduro, Iván Duque, corrupción, polarización política, minería ilegal y los cultivos ilícitos.
Es difícil pensar que exista una paz cuando a diario se asesina a líderes sociales y nunca se detiene a nadie. El fiscal de la Nación renuncia y huye a Estados Unidos a esconderse porque se está a punto de darse a conocer las irregularidades cometidas.
El Ejército, encargado de velar por la seguridad de los ciudadanos, se ve una vez más envuelto en ‘falsos positivos’ mientras que el periodista de una agencia internacional de noticias, que entregó la noticia, debe salir del país porque su vida corre peligro.
La desfachatez del Gobierno es tan elocuente que pone a pagar a un país el robo que hizo Electricaribe, para así salvar a la empresa mixta de una quiebra.
Colombia, un país donde se cobra anualmente 67 impuestos, tiene en el Ministro de Hacienda y Crédito Público, Alberto Carrasquilla, un escualo que le quiere quitar hasta el último peso a las clases menos favorecidas para ayudar a las más fuertes cuando puede bajar el gasto público.