Después de haber doblado a nuestro gobierno, el presidente Donald Trump ha amenazado a China con imponerle tarifas a la totalidad de sus exportaciones hacia Estados Unidos, en una jugada arriesgada, pero con altas probabilidades de resultar en el corto plazo, no así en el largo.
La amenaza del presidente norteamericano va hacia la aplicación del 25 por ciento de arancel a un rango de importaciones de China del orden de 300 mil millones de dólares, lo cual, de acuerdo a la amenaza de Trump, puede ocurrir este mismo mes. Y esto convertirá la reunión del Grupo de los 20 del 28 y 29 de junio en Japón, en una reunión por demás explosiva.
Las consecuencias de estas ‘guerritas’ comerciales serán sin duda un ‘boomerang’ para los Estados Unidos en el mediano plazo, toda vez que por encima de acuerdos negociados, acordados y firmados, han prevalecido los caprichos y rabietas de Trump, lo que ha tornado a su país en alguien muy poco confiable. Un acuerdo ya aprobado con Irán fue tirado por la borda por Trump, los convenios comerciales con México y con China, ya en vigor y funcionando, se han hecho de lado por las amenazas arancelarias del presidente norteamericano.
¿Quién podrá confiar en la palabra de un dirigente de ese país en lo futuro? ¿Quién se sentirá seguro, protegido, enfilado hacia el progreso, si la otra parte de las negociaciones se levanta y abandona lo comprometido mediante la firma de su gobierno y mezcla cualquier otro tema, aunque no tenga nada que ver, con los acordados?
No todo marcha bien para Trump. Después de una lucha enconada escenificada durante semanas, finalmente el Fiscal General William Barr ha accedido a proporcional al Congreso reportes clave de la investigación y el informe sobre la trama rusa en las últimas elecciones, efectuada por el fiscal especial Robert Müller. La aceptación se obtuvo un tanto por la fuerza, ante la amenaza de los legisladores de someter a Barr a un juicio por desacato.
Con ello, los congresistas de la cámara baja podrán contar con evidencias más sólidas de la obstrucción de Trump a las investigaciones de Müller. El presidente se juega su reelección y es un apostador temerario.