No es secreto que una tensa calma se siente en muchos sectores de la economía y de la sociedad por los tiempos de incertidumbre que vive el país.  Nos guste o no, los signos ominosos de que las cosas no solo están mal, sino que van empeorando, están por todos lados.

Recién acaba de publicarse el índice de creación de empleos del año que muestra 303 mil nuevos empleos, lo que representa el peor resultado desde 2013 y 38% abajo del año pasado.

Las expectativas de crecimiento anual expresadas por analistas serios (obviamente no consideramos aquí las “otras cifras” que siempre parece tener el gobierno federal), todas han sido reducidas a la baja a lo largo del año y parece indicar que, si bien nos va, apenas llegaremos al 1%.

La deuda soberana y la deuda de Pemex se encuentran bajo la lupa, siendo que la última ya ha sido degradada a “bonos basura” por una de las 3 grandes calificadoras (Fitch); si otra calificadora baja también la calificación de esta manera, habrá una desbandada de inversionistas institucionales que por estatutos no pueden tener activos basura en sus portafolios.

La inversión extranjera que recibió México en el primer trimestre de 2019 fue de 10,162 millones de USD, cifra que es 20% menor a los 12,644 millones de USD del año pasado.  Estas son cifras duras, frías, de miedo dirían algunos. Y podríamos seguirle, pero ya para que…

Hay aún optimistas (¿o ciegos?) que piensan que otros elementos, el tipo de cambio falsamente estable y la ratificación limitada en México del T-MEC, son los verdaderos indicadores de que las cosas no van tan mal y van a mejorar.

Me parece que estos argumentos caen por su propio peso.  Primero, la estabilidad del tipo de cambio en nada se debe a una supuesta buena administración del actual gobierno; al contrario, me atrevería a decir que se ha mantenido a pesar de las ocurrencias de este gobierno.

La verdad de las cosas es que el tipo de cambio estable es estrictamente un resultado de la gran diferencia que hay entre la tasa que pagan los bonos del Tesoro de los E.U.A. (aproximadamente 2.5% a un mes) y los CETES en México (aproximadamente 8.2% a un mes).  No se requiere ser un genio para ver que los inversionistas financieros se mantienen en el país por este altísimo rendimiento y no porque confíen en el desempeño de la economía mexicana.

Segundo, el optimismo por la ratificación doméstica del T-MEC es muy cuestionable pues aquí en México nunca se puso en duda que se ratificaría, es en E.U.A. donde realmente hay incertidumbre.

Pinta muy complicado que, ya en plena carrera electoral 2020, los demócratas, cuyo voto se necesita en la Cámara de Representantes para la ratificación del T-MEC, le quieran dar una victoria al Presidente Trump con esta aprobación.  Adicionalmente parece, y ya tuvimos una probadita, que el peso de acuerdos con los E.U.A. tiene un valor muy limitado en la era de las amenazas de Twitter del Presidente Trump.

En fin, cuando las cosas malas realmente son malas, y las buenas son solo espejismos, hay que extremar cautela.  Parece que en estas épocas el sacar adelante el país quedará en manos de los gobiernos locales y de la sociedad civil, así que a darle.

Pal gordito… Si ya andan de compritas en Plaza Santa Fe en CDMX, ¡dense un descansito y pasen a comer al Sylvestre con sus cortes de carne fenomenales y su selección de cuchillos gourmet para que no se batalle con el corte!