Paul Krugman
Antes de llegar a la Casa Blanca, Donald Trump solicitó que la Reserva Federal subiera las tasas de interés pese al alto desempleo y a la baja inflación. Ahora está pidiendo reducciones a las tasas, a pesar de que la tasa de desempleo es mucho más baja y la inflación es, al menos, un poco más alta. Para ser justos, existe un argumento económico real que apoya la reducción de las tasas como un seguro contra una posible desaceleración. Sin embargo, resulta claro que los motivos de Trump son y siempre han sido meramente políticos: quería que la Reserva Federal perjudicara al presidente Barack Obama, y ahora quiere que impulse sus posibilidades de reelección.
Entonces, no es sorpresa que Trump también esté intentando incluir en el Consejo de la Reserva Federal a sus aliados políticos. Lo que parecería sorprendente es que muchos de sus posibles candidatos, como Stephen Moore y ahora Judy Shelton, tienen un largo historial de apoyar el patrón oro o algo similar. Esto debe ponerlos en conflicto con los intentos de Trump de politizar la Reserva Federal. Después de todo, uno de los supuestos objetivos de un patrón oro es eliminar de la política monetaria cualquier indicio de política. Y debido a que el precio del oro está subiendo últimamente, los partidarios del patrón oro deberían estar pidiendo a la Reserva Federal que suba las tasas, no que las reduzca.
No obstante, desde luego que Moore y Shelton han respaldado la solicitud de Trump de bajar las tasas. Esto genera una doble interrogante: ¿por qué Trump quiere a estas personas, y por qué ellas están tan dispuestas a satisfacer sus deseos?
Bueno, yo creo que hay una respuesta sencilla a ambas partes de la interrogante, que tiene que ver con la razón por la que algunos comentaristas en materia económica (no estoy seguro de que merezcan el nombre de “economistas”) se han vuelto partidarios del patrón oro en primera instancia. Lo que yo propondría es que, comúnmente, tiene menos que ver con una convicción que con un arribismo cínico. Y esto, a su vez, significa que los partidarios del patrón oro son, en general, el tipo de personas con las que se puede contar para cumplir las órdenes de Trump, sin importar lo que hayan dicho con anterioridad.
Comenzaré con lo que podría parecer una pregunta trivial, pero que yo creo es fundamental: ¿qué se necesita para construir una trayectoria profesional exitosa como economista ortodoxo?
La verdad es que no es nada fácil. Definitivamente no servirá repetir como loros los puntos de vista ortodoxos; se tiene que ser competente técnicamente, y tener una trayectoria en verdad buena en la que se considere que se hacen aportaciones nuevas e importantes: formas innovadoras de pensar acerca de los problemas económicos y/o formas innovadoras de aportar datos que afecten a esos problemas. Y la verdad es que no muchas personas pueden lograr esto: se requiere una combinación de un profundo conocimiento de investigaciones previas y la capacidad de pensar de forma diferente. Se tiene que entender la situación y pensar más allá de lo estructurado.
No pretendo idealizar la ortodoxia de la economía, la cual adolece de muchos pecados. Los economistas varones, como yo, están comenzando a comprender el fondo del sexismo en la profesión. Existe demasiado predominio de una red de economistas varones con doctorados de unas cuantas instituciones de élite. (Y, ciertamente, yo he sido beneficiario de estos pecados). Muchas buenas ideas han sido obstruidas en la práctica por la ideología, incluso ahora, por ejemplo, es difícil publicar algo con tinte keynesiano en las revistas importantes. Además, todavía existe una sobrevaloración de las teatralidades matemáticas en relación con el conocimiento verdadero.
No obstante, incluso para la gente que puede seleccionar todas las casillas referentes a la identidad, es difícil ascender la escalera del éxito de la economía ortodoxa. Y la cuestión es que para quienes no pueden ascender o no lo harán, existen otras escaleras. La heterodoxia puede ser en sí misma una jugada arribista, siempre y cuando sea un tipo de heterodoxia aprobada y ortodoxa.
A todos les encanta la idea de pensadores valientes e independientes cuyas inteligentes perspectivas sean rechazadas por un sistema reaccionario, para, finalmente, ser reivindicadas. Y dichas personas sí existen, en la economía y en otras áreas. Alguien como Hyman Minsky, con su teoría de la inestabilidad financiera, de hecho fue ignorado por casi todos los economistas ortodoxos hasta que la crisis de 2008 hizo que todos salieran disparados a leer su trabajo.
Pero la triste verdad es que la gran mayoría de las personas que rechazan la economía convencional lo hacen porque no la entienden; y una buena cantidad de ellas no la entienden porque su salario depende de no entenderla.
Esto me lleva a hablar del patrón oro.
Existe un consenso abrumador entre los economistas profesionales de que un retorno al patrón oro sería una mala idea. No es una suposición: la Escuela de Negocios Booth de Chicago, la cual encuesta a un amplio grupo bipartidista de economistas acerca de diversos temas, encontró un respaldo literalmente nulo al patrón oro.
Los acontecimientos de los últimos diez años no han hecho más que consolidar ese consenso. Después de todo, el precio del oro aumentó de 2007 a 2011; si la ideología del patrón oro tuviera algo de cierto, eso hubiera sido un presagio de una inflación descontrolada, y la Reserva Federal debería haber estado aumentando las tasas de interés para mantener constante el valor en oro del dólar. De hecho, la inflación nunca se materializó, y un repunte de la tasa de interés frente a un desempleo creciente hubiera sido desastroso.
Así que, ¿por qué subió el oro? Parece que la respuesta principal es la caída de los rendimientos de otros activos, en especial los bonos, misma que fue resultado de una economía mundial deprimida. Lo que esto significa es que, en la práctica, vincular el dólar al oro equivaldría a aumentar de manera sistemática las tasas de interés cuando la economía desciende, lo cual no es precisamente una receta para la estabilidad.
Entonces, ¿por qué persisten los defensores del patrón oro? Bueno, a algunos multimillonarios —como Robert Mercer, también un gran partidario de Trump— les gusta el oro. No estoy completamente seguro por qué, aunque sospecho que es solo una versión plutocrática del síndrome de Fox News: el tipo blanco enojado que despotrica sobre el gran gobierno que reduce mediante la inflación su riqueza acumulada con tanto esfuerzo para regalarla a Esas Personas. Y estos multimillonarios dan mucho dinero a los centros de investigación pseudolibertarios que obviamente defienden el patrón oro.
Ahora, imagínate que fueras un conservador que escribe sobre economía, pero que no tiene la competencia técnica ni la originalidad necesaria para conseguir un buen trabajo en la academia, en alguna institución de política económica como la Reserva Federal, ni en un centro de investigación serio. Entonces, convertirse en un firme defensor del patrón oro abre una serie de puertas muy diferentes. Tendrás una carrera mucho más sofisticada y lucrativa y te invitarán a hacer muchas más cosas que si te quedaras con el consenso de la profesión.
En otras palabras, lo que planteo es que la defensa del patrón oro se parece mucho a la negación del cambio climático: hay grandes ganancias personales y financieras si un “experto” está dispuesto a decir lo que unos cuantos multimillonarios quieren escuchar, precisamente debido a que ningún experto serio está de acuerdo. En el ámbito del cambio climático, sabemos que prácticamente todas las personas que niegan su existencia obtienen ganancias de los combustibles fósiles. Quizás haya quienes realmente creen en la magia monetaria del oro, pero no es fácil saberlo: lo que sí sabemos es que a los defensores prominentes del patrón oro les va muy bien si pensamos en dónde estaría su carrera si no participaran en esta área específica de torpeza.
Y eso, a su vez, nos remite una vez más a Trump.
¿Por qué esperaría Trump que los partidarios del patrón oro abandonaran sus principios y respaldaran sus peticiones de activar las imprentas? ¿Por qué, de hecho, se le está haciendo fácil lograr que los defensores del patrón oro estén dispuestos a volverle la espalda a todo lo que afirmaban creer?
Yo propondría que la respuesta es que, para empezar, nunca se trató de principios. Muchos, tal vez los partidarios más prominentes del patrón oro, no defienden un patrón oro por convicción, sino por ambición, pues hace mucho tiempo que vendieron sus principios. Así que no es cosa del otro mundo vender de nuevo esos supuestos principios a fin de obtener un buen empleo apadrinado por Trump.
No es nada más que cinismo y arribismo.