Fernando Arriaga
En la entrega anterior planteábamos el reto que propusimos a los estudiantes que llevaron un curso de ética profesional en Montreal: vincular la teoría con la realidad en la ciudad que visitábamos. Los contenidos teóricos de la materia incluyen el tema del relativismo cultural, multiculturalismo, pluralismo, justicia social y globalización.
La ciudad de Montreal vive un pluralismo ético de respeto e interacción entre las diversas culturas que forjan el mosaico multicultural, distintivo de Canadá. El pluralismo es intercultural: la diversidad es motivo de respeto, potencial fuente de riqueza y justicia social. Todo esto lo vimos en el aula; los estudiantes lo reconocieron en la realidad de todos los días.
Para ellos, las señales claras, las normas evidentes las encontraron en la movilidad: calles, el Metro, el autobús, y un elemento fundamental, el semáforo. El cruzar la calle a su debido tiempo: autos y peatones. Y vieron el respeto generalizado de una ciudadanía que vive esos acuerdos que procuran calidad a la vida cotidiana. Pero también vieron que eso era una metáfora, una analogía: cada quien a su tiempo en la calle: cada quién a su tiempo en las reuniones, en la búsqueda de acuerdo en los negocios, en la política. Ese es el ritmo de Montreal. Aristóteles, el utilitarismo, Kant, la ética dialógica presentes en la vida de los ciudadanos de esta ciudad.
Y lo más importante, la dignidad humana como fundamento del respeto y aliento para el desarrollo pleno de cada una de las personas tal como lo vimos en clase. Las expresiones artísticas que encontraron van desde las tradicionales de los diversos museos, a las que forman el llamado Street Art. Y éste llama la atención: dignifica los espacios públicos y alienta la expresión de la citada diversidad: todos son reconocidos.
La experiencia de aprendizaje alcanzó lo importante: saber que la excelencia profesional no depende solamente de las capacidades propias de la profesión, sino que se funda en la ética, una ética que posibilite la convivencia humana en una de sus mejores expresiones, una ética de capacidades, competencias y dignidad.