El incendio prematuro de la Amazonia brasileña dejó al descubierto la corrupción que impera en el principal país sudamericano y los intereses mezquinos de los más poderosos.
Pero ese mal también aqueja a países como Argentina, Bolivia, Colombia, Venezuela, Perú y Ecuador, quienes han ocupado las primeras páginas los últimos años, por el descarado contubernio entre los diferentes sectores para socavar, principalmente, el erario público y descuidar la naturaleza.
La imagen de la Amazonia en llamas se convirtió en el centro de atención mundial tras una serie de incendios prematuros que pusieron al descubierto la creciente deforestación en el mayor bosque tropical del mundo y la ausencia de políticas eficaces ambientales del presidente Jair Bolsonaro, quien insistió en defender la soberanía de su país sobre la selva amazónica y acusar a las potencias europeas de exagerar.
El comentario que más se hace es que ganaderos y empresas madereras prendieron el fuego. Esa posición terca de Bolsonaro es parecida a la de Nicolás Maduro (Venezuela) y Evo Morales (Bolivia) donde ni las múltiples descargas de agua del avión bombero alquilado por el Gobierno del altiplano, ni las lluvias de los últimos días han podido apagar hasta ahora los incendios forestales en Santa Cruz, la principal región agropecuaria de Bolivia donde las llamas tienen, por el momento, la última palabra.
Pero los incendios tienen un ítem especial para Evo Morales, quien aspira a lograr su cuarta reelección a quien se le dificulta la aprobación de una declaratoria de “desastre nacional”, que, según la legislación nacional, implicaría aceptar que el Estado carece de capacidad para enfrentar la tragedia porque los incendios, que antes eran muy raros, han afectado a casi un millón de hectáreas, 30 por ciento de ellas de bosques. Pero hay un obstáculo que afecta a Morales en su aspiración de llegar de nuevo a la presidencia porque en el pasado aprobó leyes y decretos que facilitan el “chaqueo” o quema controlada para desbrozar las parcelas.