Donald Trump, en sus afanes releccionistas, ha llamado a 2 países extranjeros para investigar las corruptelas del vicepresidente en tiempos de Obama
Alejandro Gutiérrez Balboa
El presidente Donald Trump, en sus afanes releccionistas, ha llamado a 2 países extranjeros para investigar las corruptelas del vicepresidente en tiempos de Obama, Joe Biden. En estos afanes se ha colocado en posición de ser juzgado y depuesto.
Ciertamente existe material. Hunter Biden, el hijo de Joe, un ex adicto a las drogas, fue nombrado en abril de 2014 director de Burisma, la productora más grande de gas natural de Ucrania. Esta empresa fue fundada por Mykola Zlochevsky, quien fue ministro de Ecología y Recursos Naturales del depuesto presidente ucraniano Viktor Yanukovich, un títere de Vladimir Putin. Los bienes del ministro ucraniano fueron congelados por el gobierno británico por enriquecimiento ilícito, lavado, malversación y falsificación de fondos, y entonces Biden puso a trabajar a su firma de abogados para liberar las sanciones. También existen negocios de Biden con China poco claros, entre los cuales está una sociedad con un magnate chino de gas.
El asunto es que no son los únicos.
Hubo otro director de Burisma, nada menos que el director de la CIA para contraterrorismo en tiempos de George W. Bush hijo. Y el presidente de la campaña presidencial del propio Trump, Paul Manafort, trabajó para el expresidente ucraniano Yanukovich. Es decir, existe una corrupción generalizada entre los políticos de ambos partidos norteamericanos, haciendo negocios fuera del país y usando su influencia en el gobierno propio para lograr ventajas que no obtienen de los mecanismos propios del mercado, con el fin de acrecentar su influencia, su poder y su dinero, asociados con personajes que no solamente son igual de corruptos en sus respectivos países, sino aliados e instrumentos del principal enemigo de Estados Unidos.
En este contexto, los llamados de Trump contra sus enemigos políticos para alejar a los corruptos del gobierno, no suenan sinceros. En la descarnada lucha por el poder, los vecinos se valen de todo.
Un elemento crítico es la decisión presidencial en contra de sus supuestos aliados, como el caso de los kurdos en Siria, que enfrentan la amenaza de una inminente intervención de Turquía, ante el retiro de las pocas tropas norteamericanas. Fueron sus aliados en la lucha contra el Estado Islámico y hoy los abandona, chocando con los intereses del Pentágono y de los mismos Republicanos. Trump parece más fuerte que nunca, pero también cada vez más débil y vulnerable.