Diego Fonseca
El ‘Soneto 29’ de William Shakespeare celebra al amor salvador. En sus versos un hombre derruido vive su mala estrella en soledad. Carece de las habilidades de otros; no tiene apostura ni artes. “Envidio a este el talento y al otro su poder / y con lo que más gozo, no me siento contento”. Pero allí está el amor, dice Shakespeare, para compensar las heridas y los contratiempos de la vida: “Me da solo evocarte, dulce amor, tal riqueza, / que entonces ya no cambio mi estado por un reino”.
Me gustaría escuchar esos versos, en catalán, de boca de Carles Puigdemont, el expresidente de la Generalitat autoexiliado en Bélgica. Él es el hombre vencido, sin reino ni poder. Es un problema, pues lo que menos necesita el diálogo germinal sobre la cuestión catalana propuesto por el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, es gresca y reproches. No obstante, Puigdemont se siente desplazado de la conversación y refunfuña el desamor con el enojo de quien se niega a pasar desapercibido.
Cada vez que Puigdemont habla, recuerdo al (retirado) rey de España y su petición a Hugo Chávez: ¿Por qué no te callas, Carles? Si España, el independentismo y él mismo quieren solucionar la mayor crisis territorial del país en democracia, el expresidente de la Generalitat debe hacerse a un lado o abandonar su extremismo melodramático.
Puigdemont ha perdido pie en la realidad desde que se fugó a Waterloo. No puede retornar a España so pena de caer preso. Una banca en el Parlamento Europeo –donde es eurodiputado desde 2019– le dio respiro momentáneo, pero el suyo es un asiento en el fondo del ágora, lejos de los reflectores. Un destino menor para quien se soñaba como primer presidente de la República de Cataluña.
Aislado y perseguido –sobre todo por sus errores–, Puigdemont se ha empeñado en entorpecer el diálogo Madrid-Barcelona con el objetivo de que le regalen una silla y no seguir fuera del juego. Sin él y sus ideas, dijo Puigdemont esta semana, toda mesa de diálogo que no incluya la autodeterminación no es política, sino tertulia.