Charles M. Blow
Los republicanos en el Senado están preparados para exonerar a Trump sin siquiera enjuiciarlo de verdad. No han permitido nuevos testigos ni pruebas. ¿Por qué lo harían? Si saben que todo este tiempo su plan fue dejar que se saliera con la suya con su corrupción y evasivas, más pruebas solo revelarían su traición de una manera más marcada.
Así que, una vez más, Trump no solo sobrevive a su venalidad, sino que está envalentonado por el temor cobarde de los pusilánimes que no quieren hacerlo enojar. Este es el inicio del autoritarismo estadounidense y los republicanos no solo no están tratando de detenerlo, sino que muchos lo están aclamando de manera abierta. El resto de nosotros –muchos de nosotros, de cualquier manera– estamos horrorizados, agobiados y exhaustos.
De este Gobierno emana un flujo inagotable de deshonestidad, ofensas y hostilidad; algunas veces es demasiado para seguirle el paso debidamente. En ocasiones, nubla nuestra capacidad de indignación y, en ese diluvio de pena y aflicción, muchos sencillamente optan por desconectarse.
No puedo decirles con cuánta frecuencia me encuentro con gente inteligente, interesada e interesante que dice que sencillamente tuvo que desconectarse de las noticias como una forma de mantener su salud mental y la supervivencia espiritual. Este fenómeno de “evasión de las noticias” ha adoptado una peculiaridad seria en la era de Trump. El año pasado, un artículo que se publicó en SAGE Journals descubrió que la gente estaba experimentando altos niveles de estrés y emotividad al hablar sobre las noticias políticas y “con frecuencia desarrollaba mecanismos para lidiar con altos niveles de emotividad”. Una encuesta de 2017 sobre el “estrés en Estados Unidos” de la Asociación Estadounidense de Psicología reveló que “más de la mitad de los estadounidenses (57 por ciento) dijo que el clima político actual es una fuente muy o algo importante de estrés y casi la mitad (49 por ciento) comentó lo mismo de las elecciones”. Antes de eso, el terapeuta Steven Stosny nombró a este fenómeno como “trastorno por estrés electoral”.