La crisis climática persiste, ya que este alivio es momentáneo y no resuelve el problema de fondo
Enrique Negrete
La terrible pandemia causada por el COVID-19, que ha afectado a todo el planeta y puesto en cuarentena a muchos países del mundo, ha provocado una disminución importante del flujo de personas, del tráfico vehicular terrestre, aéreo y marítimo, así como el cese parcial o total de las actividades tanto productivas como sociales. El cierre de fábricas y comercios en grandes potencias en todos los continentes, al igual que las restricciones de viaje impuestas para hacer frente a la pandemia, ha producido una reducción en las emisiones de dióxido de carbono (CO2) de hasta por lo menos un 25% a nivel planetario.
Dicho efecto se debe a que muchas de las actividades desarrolladas por el ser humano tienen un impacto negativo en el medio ambiente, generando una presión continua, la cual, en la medida que disminuye, favorece que los impactos sean menores y se dé paso a un mecanismo de restauración pasiva. Paradójicamente, la pandemia del coronavirus le ha generado un respiro al planeta, pues la parálisis industrial de gran parte del orbe y el encierro obligado en el que se encuentran miles de personas en varias ciudades del mundo, han permitido que se reduzca el nivel de emisiones de gases de efecto invernadero. No obstante, en gran parte de los ecosistemas que han sufrido degradación, la restauración pasiva como esta no es suficiente y requiere la implementación de otras medidas sostenibles en el tiempo para incidir en su rehabilitación.
La crisis climática persiste, ya que este alivio es momentáneo y no resuelve el problema de fondo, sin embargo, esta pandemia debe servir, además, para generar una mayor conciencia social frente al cuidado del planeta y el uso racional de los recursos naturales. Es por esto que la lección que nos debería dejar esta crisis sanitaria es comprender que la actuación del ser humano ha ocasionado un daño ambiental significativo en el planeta y la urgencia que tienen nuestros ecosistemas por recuperar sus funciones, acercándose en la medida de lo posible a su estado original.
Por lo tanto, pensando en sostener esta mejoría en el tiempo, hay muchas actividades que se deben seguir realizando en el futuro para garantizar un verdadero cambio de hábitos con repercusiones favorables para el planeta. Entre esas actividades está realizar el trabajo desde casa, lo cual indudablemente disminuye el impacto medioambiental debido al menor uso de automóviles, menor consumo de combustibles fósiles y, por ende, menor aporte de gases de efecto invernadero que contribuyen al calentamiento global. Se ha comprobado que se puede ser igual de eficiente en el cumplimiento de algunas labores sin la necesidad de estar transportándose todos los días de un lugar a otro, beneficiando la calidad de vida de nuestros semejantes.
Pero para que suceda un impacto real en virtud del objetivo, debe existir un aporte de todos y cada uno de los integrantes de la sociedad, ya que debemos entender que la industria debe cuidar y respetar a la gente, porque sin ella no hay desarrollo económico que sea sostenible.
Como reflexión final, considero que las lecciones principales que nos debe dejar esta crisis sanitaria, van en dos sentidos: vislumbrar un momento ideal que debemos aprovechar para revertir los daños que de una u otra forma todos hemos ocasionado a nuestro planeta y reflexionar para ser mejores personas con todos nuestros semejantes dándole un mayor valor a lo espiritual y no tanto de lo material.
