Esta inercia se ve ya reflejada en lo que llevamos del proceso electoral 2021
Javier Esquivel
Los actores políticos que compiten en el actual proceso electoral rechazan pertenecer o aceptar las prácticas de la vieja política, entendida por códigos culturales y electorales del siglo pasado donde el líder partidario multivisible decidía los futuros y aspiraciones de sus militantes.
Se rehúsan aceptar los antivalores y las negativas percepciones que generan las marcas de sus institutos políticos, se desmarcan y condenan las actividades ilícitas de sus compañeros de partido, buscan proyectar y construir una nueva imagen personal que los haga parecer diferentes a todo aquello que rechaza la gente. Hacen todo sin lograrlo, pero en el fondo siguen las mismas reglas.
Están inmersos en una tímida lucha que al menos en el discurso señalan como una práctica del pasado ya que son conscientes que la credibilidad de sus partidos políticos ha disminuido notablemente en cada uno de sus distritos o las zonas donde tenían mayor suficiencia e influencia en la intención de voto.
Esta inercia se ve ya reflejada en lo que llevamos del proceso electoral 2021. Un estudio de opinión reciente de 1 mil casos en entrevista personalizada para medir el ambiente electoral en el Estado de Querétaro muestra que a pesar de ser un proceso donde se elige gobernador, diputados federales, ayuntamientos y regidurías, sólo 37 por ciento tiene interés en la política y sólo el 43 por ciento tiene confianza en los partidos políticos.
Es evidente que el modelo de comunicación de los partidos políticos para estas campañas y los siguientes comicios presidenciales tiene grandes áreas de oportunidad para incorporar nuevos militantes, motivar y alentar a participar a los que no tienen posibilidades de participar en cargos de elección popular por decisiones cupulares, pero sobre todo de comunicar con el elector y ganar confianza en los ciudadanos sin partido.
Este problema de efectividad de comunicación de los partidos políticos en lo nacional y en lo local tiene la característica de ser transferible a las campañas electorales de las y los candidatos.
Las percepciones negativas de falta de credibilidad y confianza de los partidos afectan a los participantes en una contienda electoral cuando ellas y ellos son incapaces de generar nuevas narrativas y optan por replicar los mismos mensajes fallidos institucionales del partido y usan como bandera de arranque de campaña la imagen de los presidentes de partido.
El traspaso de negativos de un partido es mayor a las virtudes y propuestas de los candidatos. La marca negativa de un partido puede afectar más de un 35 por ciento en la rentabilidad electoral de una figura política. Diversos estudios cualitativos en diversas zonas del estado muestran la misma constante. “Si tal candidato o candidata fuera de otro partido, sí votaría por él o por ella”, es la verbalización más frecuente.
En este sentido, para los que compiten en coalición son acompañados por tres rostros y personalidades diferentes, que a pesar de que ahora están unidos por una causa en común, representan significados muy diferentes para el posible elector.
Estos factores negativos se multiplican cuando en sus tácticas territoriales apuestan a las estructuras del voto duro del partido, a los sistemas multinivel de visita casa por casa con las mismas propuestas de siempre.
Asimismo, este síndrome de contagio de percepciones negativas se multiplica cuando no existe una estrategia contundente para conseguir los votos de los jóvenes que no militan en ningún partido político.
Hoy en día la mayoría de los jóvenes buscan la pertenencia y ser identificados con proyectos sociales o causas en beneficio de otros jóvenes y no con partidos políticos o candidatas y candidatos que no son de su generación.
Los diferentes análisis de comunicación electoral de los partidos políticos y sus candidatos indican que la fórmula de comunicar la vieja política es añeja y que año tras año se compone en ir a presentar a sus candidatos, llenar la plaza con gente vestida uniformemente, llenar las redes sociales con la foto con su líder y posteriormente ir generando contenidos de las visitas domiciliaras a modo, y por supuesto, no olvidemos la campaña negativa.
Ahora que está por arrancar la penúltima parte del proceso electoral, la campaña, se tiene la oportunidad para comunicar nuevas propuestas, nuevas causas sociales que busquen dar soluciones a las problemáticas inmediatas de los electores y no ser un espacio para comunicar la vieja política con silbatos y matracas.