Mishelle Miranda
La Organización Mundial de la Salud (OMS) reveló que tres de cada 10 adolescentes denuncian que sufren violencia en el noviazgo, cifras alarmantes, y si tres de cada 10 lo han denunciado, ¿cuántas mujeres más vivirán este tipo de situaciones, con máscaras de amor romántico, viviendo abusos emocionales, físicos o sexuales, sin observar que están inmersas en un ciclo que lastimará poco a poco su integridad, autoestima y dignidad?
En el caso de México, 76 por ciento de las adolescentes de entre 15 y 17 años ha sufrido violencia psicológica, 17 por ciento sexual y 15 por ciento física; lo anterior, revelado en la Encuesta Nacional sobre Violencia en el Noviazgo (Envin).
A continuación, me gustaría enmarcar cómo es uno de los ciclos de la violencia investigados por Lenore Walker, en donde relaciones interpersonales se ven rodeadas de agresiones que a simple vista no tienen trascendencia, pero que más adelante pudieran generar daños que en muchos de los casos, sin tratamiento, serán repetidos sistemáticamente.
Primero, comienza la fase de acumulación de tensión. Las tensiones se construyen y se manifiestan de forma específica con determinadas conductas de agresión, ya sea verbal o física de carácter leve y aislado, a partir de pequeños incidentes: sutiles menosprecios, insinuaciones, ira contenida, sarcasmo, largos silencios o en su caso demandas irracionales, sobre situaciones fuera de contexto o realidad, de poco sentido común.
Posteriormente a este primer momento, nos encontraremos con la fase de explosión, que se caracteriza por una fuerte descarga de las tensiones provocadas anteriormente. En este momento del ciclo, las agresiones físicas, psicológicas y sexuales son las más importantes, por su característica intensa. Aunque sean de momentos cortos, provocan las consecuencias más importantes para la víctima, quien más tarde quedaría atrapada un círculo de violencia difícil de salir.
Fase de luna de miel: en este momento iniciará una serie de conductas compensatorias, con una extrema amabilidad, un trato considerado; todo esto, con la misión de demostrar a la víctima que existe arrepentimiento y que no volverá a sucederá más.
Ella o él queda atrapado en reflexiones acerca de cómo conseguir que esta versión del agresor aparezca más frecuentemente y cómo evitar seguir dañándose mutua, emocional, física y psicológicamente.
Las mujeres mayormente viven situaciones de violencia que normalizamos creyendo que el control, las humillaciones, la celopatía, este último concepto, catalogado por especialistas como la obsesión recurrente en la cual la realidad es alterada por la propia percepción errática que se tiene del otro, un fenómeno de tratamiento exclusivo además del de violencia y que, claro, desencadena estos comportamientos.
Atención a las señales. Atención y mucho autocuidado.