Yamile David
Y entonces conoces a alguien, y sientes un flechazo inmediato, con el trato, te va gustando cada vez más y el cuerpo empieza a enviarte señales (mariposas en el estómago, palpitaciones agitadas), te estás enamorando…ya te enamoraste.
Todo es increíble, los días tienen más colores, el mundo es un lugar mejor y el cuerpo te sigue mandando señales: has encontrado el “amor verdadero”. Y pasan los meses y con ellos la convivencia del día a día, adentrándose en situaciones cotidianas, problemas con los que hay que lidiar, de pronto no todo encaja tan fácil como antes, algo sucede, por primera vez no están de acuerdo, hay discusiones, comienzan las diferencias, el otro ya no es tan perfecto, ¿qué nos está diciendo el corazón? Nada. El corazón no dice nada.
Está comprobado que el “enamoramiento” no es un sentimiento que surge del corazón, surge del cerebro, es un proceso mental sofisticado.
Primitivamente estamos diseñados para reproducirnos y cuando “Cupido” hace de las suyas, la flecha que te lanza va llena de serotonina y oxitocina, lo que estimula el cerebro y a la vez hace que la zona racional se vuelva menos funcional, literalmente el cerebro cambia.
Neuroimágenes han evidenciado que el “amor” activa los sistemas de recompensa del cerebro y del mismo modo, se desactivan los circuitos cerebrales que modulan las emociones negativas, es como si nos pusiéramos unos lentes rosas, en donde todo se percibe maravilloso, la persona es perfecta. ¿Les suena a un proceso de ayuda de reproducción de la especie? ¡Pues claro! Si no pasáramos por esta etapa de ceguera, el mundo estaría despoblado.
Mi padre, un hombre al que amo y admiro y con quien tengo la dicha de tener una relación cercana, me ha repetido por años – desde mi adolescencia – “hija, el amor no existe” y yo le decía que era una forma muy fría de pensar y que le demostraría que el amor de novela claro que se da en la vida real, ups, el tiempo le dio la razón y hoy entiendo muy bien a lo que se refería.
Entonces ¿el amor no existe? Diría que el amor romántico que nos han vendido, no, no existe. Ese que puede con todo y contra todo, que fluye como pez en el río y dura “para siempre” sin dificultades, es irreal y nos ha hecho mucho daño creer en ello.
El amor se construye en conciencia, con un esfuerzo por ser mejor para uno mismo y para el otro. Con respeto y determinación de ir caminando hacia un mismo objetivo, en donde se tenga una clara visión de vida compartida, en donde existan acuerdos para una convivencia de respeto y crecimiento, y sobre todo, estar dispuesto a hacerlo, así sí el amor va a florecer. El problema es que mucha gente quiere un jardín, pero le da flojera regar las flores.