Yamile David
Islandia es una isla de 370,000 habitantes en un territorio de 103, 000 km2.
Su forma de gobierno es digna de análisis: una democracia representativa y una república parlamentaria. El parlamento moderno, Alþingi (traducido como «Althing»), fue fundado en 1845 como un órgano consultivo ante el monarca danés. Este parlamento fue ampliamente visto como un restablecimiento de la asamblea fundada en 930 durante el período de la Mancomunidad Islandesa, que fue suspendida en 1799. En consecuencia, el país «es posiblemente la democracia parlamentaria más antigua del mundo».
Pero no solo eso es de llamar la atención. En esta isla, prácticamente todas las mujeres trabajan (86%), son campeonas mundiales en educación y poder político, y tienen paridad en los consejos de las empresas públicas. Llevan 15 años con el permiso de paternidad (90 días) equiparado al de maternidad y su país ha sido el primero en obligar a las empresas a demostrar que pagan igual a ambos sexos, ¡el paraíso!
Y sí, podremos pensar que con tan pocos habitantes es mucho más fácil ponerse de acuerdo en ciertos temas, pero la raíz de todo esto es la visión colectiva y de desarrollo que tienen. Saben bien que empoderar a la mujer y su incursión en el mercado laboral, es una estrategia inequívoca para el desarrollo económico, social y educativo de cualquier país.
Grandes modelos de mujeres fuertes han sido parte de su historia; Presidentas, primeras ministro, una jefa de gobierno lesbiana que se casó con su novia el día que entró en vigor el matrimonio igualitario.
Aunque claro, nunca nada es totalmente color rosa; a pesar de todos estos grandes avances, y de catalogarse “el mejor lugar para nacer mujer”, se sigue enfrentando a los mismos retos del mundo. Bajo la careta de la equidad transcurre otra amalgama hostil en la que se mezclan violencia sexual, brecha salarial (16%), cúpulas empresariales en las que se necesita corbata (no se sienta ninguna mujer en las direcciones de las compañías cotizadas) y misoginia -cualquier parecido con la realidad de nuestro país e incluso de nuestro bello estado, mera coincidencia-.
Entonces, cuando soñamos en igualdad y nos golpea el escalofriante cálculo de que lograremos disminuir la brecha de género en 150 años, conocer lugares que sí lo están logrando, que se lo toman en serio y que ven resultados, es alentador.
No hay más tiempo que perder, sigamos impulsando acciones, políticas públicas, leyes y proyectos con perspectiva de género. Vayamos cambiando el chip del patriarcado que cada día daña más a mujeres y hombres y que nos impide vivir en ese mundo justo e igualitario que todos anhelamos.