Han comenzado los rumores sobre quien será el nuevo técnico de la selección mexicana de futbol. Al revisar los nombres, nos damos cuenta de que no hay un proyecto definido.
Hace una semana se decía que el hombre ideal, ese al que desean los directivos, es el argentino Marcelo Bielsa. ‘El Loco’ es un hombre trabajador, con un gran currículo, que basa su estrategia en la táctica y que pondera el trabajo deportivo y los valores sobre los nombres y la mercadotecnia. Suena perfecto. Solo que en la FMF se decide primordialmente sobre la mercadotecnia y generación de dinero, y después se considera lo deportivo. Suena a divorcio cantado.
Si no logran convencer a Bielsa para tomar el proyecto azteca, las opciones son de la baraja mexicana: Guillermo Almada, de nacionalidad uruguaya y actual campeón del futbol mexicano; Miguel Herrera, quien tiene un perfil personal y de trabajo totalmente contrario a Bielsa; Ignacio Ambriz, quien hizo un gran trabajo con León y va bien con Toluca, pero no termina de consolidar su éxito, y Jaime Lozano, quien tiene un gran palmarés con equipos menores de 23 años, pero que en las grandes ligas no ha demostrado lo que se requiere para tomar las riendas del Tricolor.
Las opciones para tomar el timón de la selección son como un caleidoscopio, que nos muestra un prisma de cualidades y características totalmente diferentes, en método de trabajo y personalidad. En otras palabras, la Federación Mexicana de Futbol no cuenta con un perfil. Solo está buscando quien saque la papa caliente del fuego.
En 2026, tenemos la oportunidad soñada de transcender. Sin importar la sede donde le toque jugar a México, prácticamente jugará de local. Será muy difícil encontrar una Copa del Mundo donde se conjuguen todos los factores a favor de México para avanzar por fin al quinto partido y soñar con más. El entorno es el ideal. El problema está al interior del equipo.