Felipe Calderón fue un presidente espurio que asumió la titularidad del Poder Ejecutivo gracias a que de manera coordinada con el crimen organizado y parte de la clase empresarial, pudo consolidar un fraude que le quitaría el triunfo a Andrés Manuel López Obrador, mismo que había sido otorgado a través del voto popular. Durante el Calderonato, la intolerancia ante aquellos que pensábamos distinto a la postura oficial, fue en ascenso al grado que la persecución política se convirtió en un peligro latente para quienes éramos integrantes de la disidencia, la brutal fuerza del estado fue una característica del gobierno de FECAL, sumado a ello, el incremento de la corrupción en el país creció de manera desmedida gracias a la complicidad y consentimiento de las autoridades.
De forma paralela tanto tricolores como blanquiazules vivieron un sexenio de impunidad y de planeación rumbo a lo que sería el período siguiente donde consumarían todos los proyectos privatizadores que con años de antelación habían planeado. Lo que nunca vió venir el autor intelectual de la guerra contra el narcotráfico fue que el próximo presidente, aunque impuesto, no sería del mismo partidos, así que tuvo que entregar el poder en bandeja de plata al PRI, el cual dejó en claro que nunca se fue y que siempre operó tras bambalinas.
Hoy los buitres conservadores, se frotan las manos y buscan propagar la versión de que la salud del presidente se encuentra en estado crítico, esto con la finalidad de sembrar inestabilidad en el ánimo ciudadano, pensando que dicha estrategia puede ser el camino para regresar a los espacios de poder que definen el rumbo de México, para continuar con su proyecto de saqueo y entrega de la soberanía nacional al capital privado y extranjero. Afortunadamente el nacido en Macuspana se encuentra estable, descansando y trabajando su último período al frente del país, el presidente no está solo, millones le acompañamos.