Mateo: 28, 16-20
En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea y subieron al monte en el que Jesús los había citado. Al ver a Jesús, se postraron, aunque algunos titubeaban.
Entonces, Jesús se acercó a ellos y les dijo: “Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, pues, y hagan discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo cuanto yo les he mandado; y sepan que yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo”.
Reflexión
Hacia nuestra propia ascensión
Padre Nicolás Schwizer
Instituto de los Padres de Schoenstatt
El Evangelio de hoy no señala: “Sabed que estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mt 28,20). El Señor está con nosotros yya no nos abandonará jamás. Pero, ¿cómo está Cristo con nosotros, en nuestra tierra?
Cristo está presente.
Cristo está aquí, en la tierra, con nosotros, y ya no nos abandonará jamás. Está presente en los sacramentos, sobre todo en la Eucaristía. Está presente en la comunidad cristiana. Está presente en nuestro corazón que es un templo de Cristo y del Dios Trino.
La Ascensión del Señor que celebramos hoy, nos quiere revelar algo más que su presencia invisible en medio de nosotros. Nos revela cómo se va a acabar nuestro destino, nuestra vida terrenal. Creo que ésta es una pregunta que nos inquieta a todos. Y la fiesta de hoy nos da la respuesta: nuestro final será una ascensión.
Algún día nos encontraremos en el cielo, lo mismo que ahora estamos reunidos aquí. Nuestra presencia aquí, en esta misa dominical, no hace más que prefigurar,
anunciar y preparar esa gran asamblea final en torno al Señor. Dentro de unos momentos, la vida nos dispersará; pero será solo algo transitorio, hasta que llegue la hora de nuestra ascensión final.
Todo es transitorio: alegrías, tristezas, bienes…
Porque todo lo que pasa aquí abajo en esta tierra es transitorio. Cuántas veces nos desanimamos por cualquier contrariedad, cualquier sufrimiento y cruz, diciendo: no es posible que Dios exista y permita estas cosas; no es posible que Dios dirija nuestra vida y que la transforme de esta manera. Sí, es verdad que las cosas no nos resultan siempre fáciles. Pero esperemos, tengamos paciencia, no juzguemos hasta haber visto el final. Porque sabemos ya por experiencia que después de la Pasión y del Calvario viene siempre la Resurrección y la Ascensión.
Por eso, toda tristeza es transitoria. Somos desgraciados, pero solamente por un tiempo breve.
¿Por qué recé y no me escuchó Dios? Porque Dios se reserva el derecho de darme muchas cosas y mucho mejores que las que yo me atreví a pedirle.
¿Por qué sigo enfermo, sin fuerzas? Porque pronto quedaré curado para siempre.
¿Por qué tengo que lamentar la muerte de una persona querida? ¿O por qué la vida me separa de lo únicos con quienes me gusta vivir? Porque pronto me encontraré
reunido para siempre.
Queridos hermanos, en esta Eucaristía de la Ascensión muchos de nosotros vamos a comulgar, dentro de un rato. Así vamos a prefigurar aquel día feliz en que todos nosotros nos reuniremos definitivamente en torno al Señor. Vamos a anticipar el encuentro final en la Casa del Padre, con la Virgen María y con todos los hermanos en la Alianza de Amor, y sin tener que separarnos ya nunca más.