Si usted se pregunta por qué no hay compra de medicinas o dónde se quedó el dinero de los fideicomisos y dónde se fue el dinero de Segalmex, la respuesta, le apuesto, es que una parte de ese dinero se gastó el 4 de junio en el estado de México; donde se desarrolló una verdadera guerra civil de priistas contra priistas.
Las elecciones se ganan con dos instrumentos: la emoción y el dinero, ambos son correlativos y directamente proporcionales, si uno cae el otro llena su espacio. En el Estado de México hubo muy poca emoción, pero el dinero “llovió” diría el presidente y como debe ser, de arriba para abajo. La campaña del PRI fue moderada, de hecho, una por no buscar quemar más su imagen y otra por quien sabe qué, pero ambas candidatas no se atacaron, ni pisaron el acelerador a fondo y como diría el clásico: a nadie le gustan los tibios.
El domingo, en el Estado de México, se mostró un primoroso músculo francamente soberbio, la jornada empezó con muchos, quizá varias decenas de videos y fotografías que mostraban operadores repartiendo dinero, incluso autoridades y ex autoridades políticas fueron detenidas con propaganda y recursos, ¿qué paso? Nada, porque ambas campañas repartieron y la fuerza de quien tuvo más efectivo se impuso. Para la hora de la comida ya había pasado todo el operativo, las casas amigas guindas ya casi terminaban su comida, bebida y recursos, sus RC y RG habían hecho sus dos comidas y tenían recursos desde el inicio de la jornada, todo estaba en orden. Por el lado de los que debían cuidar el territorio que fue suyo por casi 100 años, a esa hora se había repartido en el mejor de los casos, un triste lonchibón y un simbólico billete de color azul.
Los dos equipos de campaña saben usar las mismas tácticas, lo que definió todo fue quien tenía más dulces para repartir, porque de emoción no hubo nada. En la celebración del triunfo de la maestra al inicio de la noche, mientras cantaba un mariachi se veían caras aburridas y cansadas, no había gritos, ni júbilo, tampoco matracas, batucada, tambores, ni algarabía, no hubo “fiesta” y todo terminó antes de la media noche. Caso contrario sucedió en Coahuila, donde el equipo de quien ha gobernado desde hace muchos años se puso las pilas, fueron los mismos operadores de toda la vida, pero el recurso fue inversamente proporcional, la elección estaba casi definida, pero la confusión que propició las dirigencias nacionales entre los candidatos locales opositores al PRI en el estado, en lugar de ayudar al candidato de Morena terminaron consolidando el triunfo que ya se veía en el horizonte.
Mentira que armar la bolita en contra de Morena garantiza que habrá una derrota, unirse nada más porque creen que los números en el papel se convierten en realidades en las urnas es jugarse el dedo, sí hay alguien en la alianza que es un engaña bobos, alguien que ha sabido usar su pequeño poder y que, hay que reconocerlo ha aguantado los embates de enemigos poderosos y no tan poderosos, pero que no deja de ser igual que el presidente, un gandalla que aunque pierda, por el momento, gana.
La batalla por la presidencia del 2024 se ve perdida, si además dejamos que la elección del Congreso también se extravíe, entonces se acabó la legalidad y la oportunidad de expresar ideas diferentes, el presidente antes de irse se va a asegurar de limitar y expandir su visión de lo que considera el Estado, tratará de seguir gobernando desde el mismo rincón obscuro de su rencor y autoritarismo, y ya veremos si la próxima (o) presidente se sacude este neo-maximato o si tenemos un presidente por 12 años.