Roberto Mendoza
Los mexicanos somos un pueblo místico, el culto a una teología está en nuestro ADN, sin demeritar los muchos otros credos que existen en nuestro país, la religión más arraigada es la católica. La relación entre el Estado y la Iglesia ha tenido muchas etapas en la vida mexicana, fuimos conquistados de la mano de la religión y siendo un pueblo tan fervoroso, muchos abrazaron la nueva religión que se mimetizó y sincretizó en el choque de dos mundos.
En llamada época colonial la iglesia tenía poder, incluso nuestra independencia de España estuvo encabezada por un símbolo religioso, pero a partir de 1859, con un nuevo pensamiento, liberal e ilustrado, el presidente Benito Juárez limitó el poder de esa institución.
No estaba en contra de ella, regularizó varios procedimientos administrativos y de poder que tenía la iglesia para modernizar al país en aras de hacerlo más democrático, justo y sobre todo republicano. El propio presidente Juárez siguió siendo católico y el país siguió considerándose así en su mayoría, pero admitiendo a otras religiones y transformándose en un Estado laico.
Después de la Revolución, el Estado siguió regularizando el poder de la iglesia, muchas cosas estaban plasmadas en la ley, pero como sucede en el país, no se aplicaban, sin embargo el presidente Plutarco Elías Calles fue especialmente severo con la imposición de las reformas de 1917, lo que derivó en una segunda guerra civil que duró tres años y aunque fue focalizada, dejó una honda huella que terminó más o menos en los 70’s, aunque sus reminiscencias continúan en expresiones como “El Yunque” que está enclavada en el Partido Acción Nacional.
En esa guerra hubo una zona especialmente rigurosa en lo ideológico: el estado de Tabasco. Las acciones del gobernador Tomás Garrido, quien fue tres veces gobernador y secretario de Agricultura con Lázaro Cárdenas, continúan en un torcido y viejo ideario, en la mente del actual presidente Andrés Manuel López Obrador, quien es incapaz de actualizarse.
El presidente ha hablado muchas veces sobre la religión en la conferencia mañanera, pero sobre todo ha criticado el estilo de los fieles católicos mexicanos asegurando que “nada más confiesan y comulgan para dejar en cero el marcador y volver a pecar toda la semana… esa hipocresía es la que los mantiene confundidos”.
¿En qué parte de su mandato constitucional el presidente tiene la facultad de dirigir como debe entender, cada quien, su religión? ¿Cuál parte le mandata inculcar su personal forma de entender la moral? Ni siquiera el Papa o sus ministros tratan de imponer una visión totalitaria, la religión católica es una expresión de libertad, libre albedrío, perdón, generosidad y empatía.
Por un lado, el presidente quiere imponer su personal visión cristiana y por otro siempre censura duramente todo lo que siente que critica su particular forma de gobernar, esto provoca un singular resultado donde gana lo que ha dicho, quisiera evitar: el odio.
Siempre está presto a ejemplificar que los mexicanos que llama conservadores tienen la intención y hacen cosas para desestabilizar su presidencia, pero nunca promueve el diálogo, la integración o la unidad. Exige se pida perdón a su gobierno, incluso de parte de países enteros, antes de generosamente ofrecerlo.
Y así llegamos, con este odio, a ser el país más peligroso para ser sacerdote, porque se alienta el rencor desde la presidencia. Todas las mañanas escuchamos cómo se debilitan las instituciones, ¿qué impide que no se debilite la institución llamada Iglesia y sobre todo se ultraje a sus ministros? No se promueven los valores sino el odio, el resentimiento y la revancha.
Estamos en peligro constante porque o caemos en las garras de la delincuencia o en las deficiencias del gobierno a través de sus servicios como los de salud o hasta los de transporte. ¿En manos de quién estamos?
Las instituciones, gubernamentales, públicas, civiles y religiosas se están yendo al carajo, el gobierno quiere fortalecer la institución presidencial, pero no se da cuenta que es imposible fortalecerla mientras se debilitan todas las demás, hoy cuando escuchemos las campanas de todas las iglesias protestar, pensemos que la institucionalidad se está perdiendo y el gobierno se está convirtiendo en la voluntad de un solo hombre y de sus ideas, eso no es democrático, ni escuchar al pueblo, es él en su laberinto mientras todo se va al diablo.
Agradezco al Dr. Carlos Domingo Méndez Catedrático de la Universidad Michoacana San Nicolás de Hidalgo y al periodista e historiador Julián Andrade por sus comentarios, paciencia y generosidad al explicarme detalles de la Reforma Juarista y la Guerra Cristera.