Hasta hace menos de un mes pensaba que no había más, Morena y sus aspirantes presidenciales ganarían de calle la elección del próximo 2024, sólo había que esperar la decisión del presidente sobre el nombre del o la candidata y la continuidad de esta administración estaba prácticamente asegurada, pero llegó el 12 de junio, día en que la actual senadora Xóchilt Gálvez llegó a Palacio Nacional para pedir, con resolución de un juez en la mano, su derecho de réplica en la mañanera, el presidente leyó bien una parte de la intención de la senadora, ella iba a tomar los micrófonos de la conferencia mañanera para hacer proselitismo a su favor.
La soberbia del presidente, que en ese momento político sentía que ningún poder lo igualaba, le prohibió la entrada, hizo mal. Si la hubiera dejado hablar y varios de los reporteros afines a la presidencia la hubieran cuestionado habrían podido gestionar argumentos en contra de la senadora. A la senadora la despreció, porque pensó que al no recibirla la minimizaría. Fue la legisladora quien aprovechó el momento y funcionó muy bien, por dos razones que ha impulsado el propio presidente, la atención y comprensión de estrategias políticas que van formando una historia fácil de seguir con valores sencillos y la polarización que el presidente impulsa desde hace años.
El presidente ha promocionado, con mucha fuerza, a Xóchilt. La menciona casi a diario, sin que ella se lo pida le da lugar a formar un diálogo, le ayuda a reafirmar su imagen de Indígena y de aspiracionista; al tratar de minimizarla en realidad le ayuda a aumentar su conocimiento entre más gente, así lo muestra la más reciente encuesta de El Financiero donde ha subido en opinión positiva 10 puntos en sólo un mes.
Xóchilt Gálvez tiene en el presidente su mejor jefe de campaña, no sólo la apoya a diario sino que impulsa a través de su mano derecha en estrategia de comunicación Jesús Ramírez y sus principales asesores, el monero Rafael Barajas conocido como “El Fisgón” y los articulistas de la Jornada, Pedro Miguel y Enrique Galván, lo que consideran un gran despliegue estratégico contra la oriunda de Tepatepec, no ha funcionado de manera contundente, incluso muchos de los argumentos que el presidente esgrime en contra de los que llama “conservadores” son usados ahora en contra de la propia legisladora de origen indígena, todo es una contradicción en esta táctica.
Los argumentos que se usan en contra de Xóchilt son conservadores, discriminatorios, racistas, clasistas, denigrantes y misóginos. Si se pone en duda su origen indígena, la controversia se termina al buscar el acta de nacimiento de la legisladora, su origen humilde es fácil de comprobar si uno busca donde estudió la primaria, su exitoso aspiracionismo también lo es si uno pregunta a sus jefes o compañeros de sus primeros trabajos, la manera en cómo construyó su primera empresa, las veces que falló, la manera como llegó a la administración pública, sin enlaces políticos sino a través de Head Hunters que calificaron su desempeño, no fue porque era o no amiga de alguien.
Xóchilt puede, nos sólo emproblemar y complicar la sucesión presidencial, sino ganar la presidencia. Por ahora hay una chispa de esperanza de poder romper la hegemonía de Morena, de evitar la continuidad de esta mala administración y de ojalá, encontrar a alguien que ha pasado con mucho trabajo, esfuerzo, dedicación, fracasos y triunfos, de una condición muy difícil a un éxito personal. Alguien que pudiera navegar entre las obscuras aguas de la corrupción, el delito, la mala administración, el pesimismo y la polarización para ayudar a construir un México mejor. Ojalá, si es que lograra ganar, no nos deje solos.